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Se arzolló la bufanda a la cara y acencóse a:la niña para
Perciorar se. NA OK el
No era posible dudar; era Luisita, la hija de su amo, la
niña mimada que vivía en el lujo y las comodidades, perdi-
Ha en Madrid, sola, hambrienta al parecer. E
Se 20m velozmente para hablaria. |
Pero la miña, asustada tal yez de ver acercarse a uñ
ron de tnala catadura, sin reconocerlo, emprendió 12
¡ ——¡Señorita, señorita Luisal—gritaba Ambrosio.
f Masla niña no le oyó tal vez:a causa del miedo que
produjo. ¿Forció por lla calle más próxima, y, desapareció
sin que el guardabosque supiera por donde... ]
te
de
e VASTOS
Sigamos nosotros a la desdichada y pundonorosa CHA”
tura. . ; A AA El
Entró corriendo en el portal de una casa lujosa.
Un portero de librea le salió al paso. «z.., al
—¿Qué desea usted, joven?—4e preguntó...
—¿Vive aquí la señora condesa de Rocaverde?
—En el piso principal. Suba por la escalera interior.
Guiada por el portero, atravesó un patio,
calera de servicio y llamó a la puerta.
- Salió a abrirle una doncella vestida de
lanta! blanco. ib Mba!
—¿Está en casa la señora condesa?-—preguntó Luisita,
pues, en efecto, era ad 161:
—Sí; ¿qué se le ofrece?
;
negro con de-
subió una nn