pe usted al infierno. No puede ser. bueno... a.
Y con. esa nervi iosidad propia de la noúrastenia, añadió:
Ya
ños del mar, y vencerán:
An Í :
a US oral pasado a a no Iotorvanit al
médico, que dijo: ]
AS
—Mi genetal, no le haga caso;:es irres -ponsable. Sus pala-
bras son hijas de la neurastenia enorme que padece.
La de/2ron marchar, y el general, dando un terrible pl”
/
ñietazo sobre la mesa, exclamó , dejándose. levar fambién de
su gran sobreexcitación:
—El caso es que tiene Pa la condenada... ¡Hemos per
dido la guerra!
,
—Señor general, dadme vuestra espada. 0020
Estas pal: abras las pronunció un hombre de baja estate”
Ta, delgado, de cabellos blancos y gafas de.oro, que acababa
de entrar seguido de jefes y oficiales. , pao
Era el general que mandaba: aquel cuenpo de ejército.
Todos los presentes, incluso el general de división inter”
pélado, se cuadfaron, HRcISugO respetuosamente el ue”
militar. EN E
—Mi general...—exclamó el que ya Conocemos. ES $
; á f-
—Vuestra espada, repito. de admito deemplielas enmi: eje o
e
"cito frente al cacoO:
El amonestado epggA espada, enmedio «
tación silenciosa de odos.
e
Quitándose los guan tes, que arrojó sobre ¡a mesa, €
r
han perdido ustedes la guerra, y me alegro. Los plas
e describir el asombro y la ira de Bb hom-
je la expec” é
11 jete >