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y, de una corte de amigos, que le seguían como esclavos.
Sin embargo, no descuidaba nunca 'su negocio. >
A las once de la mañana ya estaba en el teatro, anque
se hubiese acostado a las ocho, después de una noche de
Era la hora en que recibía a la gente de fuera; es decir,
a los pretendientes y las visitas de cómicas, autores y nt-
gociantes. Ada e : ee )
Aquella mañana se hallaba hablando en su despacho con
uno de llos autores de revistas más afamados, aunque más
dignos del ronzal y del pesebre, cuando entró el portero a
decirle: - : :
—Don Paco. Ahí está la vieja, esa fiadora, “acompañada
de una niña que quita la cabeza.
—Diles que pasen. .
Entró Natalia acompañada de María de las Nieves.
Don Paco, apenas echó la vista encima a la muchacha,
guiñó un ojo, y por debajo "de la mesa dió, con el pie al ata-
mado autor.
Traía Ja niña el rostro del color de la grana, y de sus
ojos brotaban las lágrimas a pesar de los eshuerzos que ha-
cia-por contener el llanto. a ( |
Buenos días, don Paco—dijo Natalia, con la misma za-
amería de cuando pedía limosna. )
Muy buenas, señora. Haga el favor de tomar asiento.
Dirigió una fría mirada a la niña, que la abarcó desde
los pies a la cabeza, y añadió:
—Supongo que será esta señorita la córista de quien mé.
habló usted, ¿no es esto?
—Si, señor. ES mi hija, ya se lo dije: quiere dedicarse al
teatro, y yo, para qué se vaya haciendo a las tablas Y al
público...