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A las nueve y medig de' ta noche laíaba en tasa de
* Miguel: e
=[heomoriclanelamó éste a verla ¿A du victieeR
¿Qué ocurre? -
—Quiero hablar contigo.
—¡0h, llegas a tiempo, pues aquí Están siicediendo cosas
muy graves y yo'no sé qué hacer!
—Ya lo supongo. La dimisión presentada por Mateo ha-
brá causado gran efecto. *'
- ——Enorme; pero'no es eso 36ló. Lo grave és'el 'abogadito
ese que nos ha llovido del cielo. Tiene revuelto al pueblo, y
ahora, con el descrédito de Mateo... Ya ves..
: —Sí. Todo eso es grave, muy. grave; pero ñ no es el motivo
que me trae aquí. ¿Cómo estás de dinero?
—¡Mujer, tengo SON ahorros! —respondió voi -SOr-
prendido.
—¿Sobre cuánto? qn Ñ
. —¿Para qué quieres saberlo?
—Tú responde y te-lo diré luego.:
Pues bien; tengo en el Banco de” España pin ds veinte mil
duros.
Los necesitamos...
—¿Quién, vosotros?... Yo también.
—Es cuestión de vida o muerte.> *'
—Pero/ ¿qué habéis hecho de lo" viiestro?
—¿Qué quieres que te diga? Malos negocios... En fin; 'hé-
cesitamos esa cantidad: ri Hbr arte dé? a bs dee
“Ami? > nde
—Si; a ti... Benítez, el imbécil! denia! a preguntas pot
el juez, ha dado a entender que tú fuiste su cómplice:
“—yCaracoles!.. ¿Y ar e no '0s ha tired también a
vosotros?