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"Acabo de pasar unos días en Romerales... ¡Oh, dias
muy amargos; te lo aseguro! Alli he oido conversaciones,
recriminaciones...”
—Envidias, falsedades de las que un hombre serio y home :
rado como tú no debe hacer caso. —
—Eso es múy fácil decirlo; pero cuando se oyen y se ven
las cosas que yo he visto y oido, es diferente: ya no puede
uno hacerse el desentendido.
—Habla olaro y acabemos de una vez... cala su spicacias
y qué recelos son esos?
—Tan, terribles son, Mateo, que apenas me ed a dee
Cirtelos, :
"Dejemos a un lado las habladurías de un pasado remo”
to, en las que no puedo creer...
TEA qué te refieres?—preguntó Mateo, horrorizado, pero
teniendo bastante sangre fría para dominar su emoción.
—¡Oh! ¡Me refiero ata manera con que la Suerte os deparó
la herencia de vuestro tío Paulino! ES
—En efecto, fué dolorosa en extremo.
—Pero vino a salvaros de la miseria... En fin, de esto ya
trataremos más adelante; vayamos a lo inmediato.
"Desde luego, puede, asegurarse que habéis despojado
de sus bienes a la hija del primer marido de Leonor”: ..,
—¡Cómo! ¿Puedes, acaso, creer que fuese intencionada:
mente?...
-—No lo creo; estoy seguro de ello. Sé que de ese Banco
quebrado eras tú el mayor accionista; que esa quiebra. fué
muy sospechosa... i |
-——¡AhÍ están los libros!
- —Bueno; déjalos en paz. El caso es que la magnitica po-
sesión, cuyo valor excederá de un millón.de pesetas, se ven-
dió en ciento sar 3 y que poco después tá hacías el