Full text: [4] (4)

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bito. Pensó contarla al llegar 
peasó que acaso con los 
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triunfo 
Za y no bicis ne orgullo. 
¡Mal lo conocía el 1 marqués! 
En cuanto a E ¿belita, también el marqués hacía su bús- 
Queda, anque sin el menor resultado; mas no por ello se 
daba por vencido. 
El haber encontrado a Marta le daba esperanza y, una 
Ádea, no sabemos si decir absurda, de que él la:encontraría 
también, : 
relia seguía cosiendo para afuera, y "Marta le ayuda- 
ba con buena volt intad y /; buenas manos. De vez en cuando, 
madre e hija idatuibias la labor para extasiarse contem- 
plando.al hijito, al que cubrían de caricias, besos y dul- 
Zuras, 
sa acia se le! 
El mamoncillo era, sencillamente, el rey de la casa y ale- 
graba la tristeza de la Madrecita. 
lo clla seguía. triste, consumida, pesarosa... 
¡Aquella hija desaparecida de la que nadie le daba 
Su hija y su esposo desaparecido, muerto, eran ahora. la 
gran pena de su existencia, el gran pesar de. su vida de 
mártir. 
Por las noches continuaba rogando a Dios por su hija 
y derramando lágrimas sobre él retrato de su Pepe Luis, 
cuya memoria cada día veneraba más. 
Había en esta adoración a un muerto una especie de 
idolatría o de algo misterioso, que era consolador para 
AmeBa. 
Contemplaba Amelia el retrato con embeleso. Al ver la 
efigie de su esposo, los recuerdos de. su amor, se. agolpaban 
¡Madre! - Folletín, 65%
	        
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