GAPITULO XI
Reparación imposible
mu QUELLA misma noche, mientras Ma-
Mea ría, en su cuarto, lloraba amargamen
Ml te, pensando en la horrible confesión
IN” que Angel le había hecho, y buscaba
4 HH)
A
MEAN
en vano un recurso para salvar al joven, que era
tanto como salvar su amor y su dicha, Adela bajó al
jardín, deslizándose ligera bajo la sombra de los ár-
“boles, como una aparición, como un fantasma, y enca-
minándose al apartado rincón en donde estaba la mis-
teriosa puertecilla de que nuestros lectores ya tienen
«moticia. llos :
La joven estaba pálida y triste.
No brillaban sus ojos de amor y de ansiedad como
sino al contrario, parecían velados por
otras noches,
¡
sana sombra de inquietud y melancolía.
A las doce en punto, y previa la señal convenida,
rtecilla para dar paso a Ricardo, quien
abrióse la pue