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¡MALDITA! 203
a quienes primero dije qué le amaba. Si me hubiesen
col
que me hiciera infeliz para toda mi vida. Ellos abrigan
acerca de lusted los mismos temores y las mismas du-
das que yo abrigaba; pero como sólo desean mi felici-
dad, acabaron por consentir en mi amor. Por eso, au-
torizada por ellos, no vacilo en hablarle a usted de la
manera que le hablo. :
ao
Ricardo, siguiendo las indicaciones de Adriana, ha-
bló con don Joaquín sin pérdida de momento. E
El ex magistrado escuchó atentamente cu petición,
y respondióle de una manera análoga a como le había
respondido a su hija.
—Por mi gusto —le dijo— no se casaría usted con
Adriana, porque ella va al matrimonio con un cora-
zón puro, en el que se conservan intactas' todas las her-
mosas ilusiones de su juventud y'su inocencia, y usted
va con un corazón gastado envejecido, lleno de los !des-
engaños de una vida de desenfreno y locura. Sin em-
bargo, ella le quiere a usted; contrariar su lcariño se-
ría hacerla desgraciada, y yo no tengo otra inspiración
que la de hacerla dichosa. Por eso consiento que se case
usted con ella, si es que de veras la ama, porque amán-
dola su. amor borrará su' pasado, impidiéndole volver
a sus desvaríos; no sería usted el primero que por amor
se redime, ni he de ser yo tan severo que me niegue a
perdonar faltas que pudieran ser hijas de la juventud .
y de la inexperiencia, si es que usted se arrepiente de
ellas y promete enmendars. E
- Ricardo repitió cuantas promesas y juramentos ha-
bía hecho a Adriana, ES
bido amarle hubiera procurado obedecerles, aun- :