Ó40 LUIS DE VAL
mejante humillación... No obstante, era, aunque remo-
ta la única probibilidad que vislumbraba.
En último extremo, lo sacrificaria todo, incluso su
palabra y el buen nombre de Angel, de su novio ,antes
que permitir que su “hija” careciese hasta de un pe-
dazo de pan.
“Y allá se ericaminó, llevando en brazos a la niña. Su
eorazón desfallecía y st amor propio se sentía lasti-
mado por lo que, indudablemente, constituía una lamen-
table claudicación. Pero, ¿acaso no estaba dispuesta a
iodos los sacrificios ?
Sin embargo, es probable que, de haber podido su-
- poner lo que lá esperaba en el hotelito de la carretera
ae“Hortaleza, no habría acudido a él, aunque le fuera
en; ello la vida.
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sus propósitos sin el menor mirami fento. ¿Qué les im-
portaban los perjuicios que originasen a los huéspedes
de su difunta tía? Lo que le interesaba era sacar el
máximo provecho de su herencia.
Ei mismo día de su llegada por la tarde, iniciaron
sus gestiones para traspasar el piso y vender los mue-
bles. Aunque en aquella época no habia tanta escasez
de vivendas como en la actualidad, la de doña Filome-
na tenía muchos “golosos” por ser amplia, alegre, con-
fortable. bien situada y económica, ya que ic ren-
ta muy reducida.
Don. Aciselo, indignado. por lo hicieron .con- Ma-
ráa, se. mostró isritadisimo y protestó, airadamente, de
lo. que. él. calificaba de “atropello”. Alegó derechos y
fulminó invectivas. ¿Iban a dejarlos en la calle de la
noche a la lea Pe