LUIS. DE VAL
Parecía mentira que una mujer tan hermosa, fuese
tan cruel, tan inhumana. E
¿Por qué no era como María ?
María valia mucho más, porque siendo tan hermo-
sa por.lo menos como ella, era más compasiva, más Ca-
riñosa, más afable...
¡Con qué fruición recordaba las dulces Mirada de
LS hermosos “ojos, que parecían decirle: “tram-
—quilizate, no temas, estás entre amigos”... ¡Sí era ver-
dad; como a un amigo le habían cuidado todos... to-
dos menos Adela!...
Otro.cualquiera hubiese despreciado las irónicas bur-
las de la orgullosa joven; pero su alma era demasiado
iriocente y demasiado sensible, para no sentir el p.ncha-
20 de una ofensa, por insignificante que ésta fuese.
¿Cómo era posible que entre dos hermanas, nacidas
de los: mismos,padres, educadas en el mismo hogar, re-
cibiendo indénticas enseñanzas; existiese aquella enor-
me diferencia? y
La Providencia, sin duda, había ivebiito pole jun-
tos el Bien y el Mal, el efecto leal y el desdén altivo, la
compasión y el egoísmo..., tal vez para que fuese impo-
sibe no advertir el corítraste. :
Meditando en esto, mortificábale la- conducta cast
ofensiva de Adela, su gesto deliberadamente burlón, st
áltivez humillante...
Para consolarSe necesitaba pensar en la otra, en la
hermana, en su afabilidad, en sus miradas ... Y eso ha-
cía, porque todos sus esfuerzos eran inútiles para bo-
rrar de su imaginación aquellos hermosos ojos azules,
que le habían mirado con tanta dulzura...