1200 LUIS DE VAL
- El sirviente que salió abrirle la puerta y al cual
conocía por haber ido en más de una ocasión al ho-
tel con algún recado de su amo, se inmutó al verle.
—¿ Trae usted algún encargo para el señorito ?—le
preguntó, procurando disimular su turbación.
—No; no busco a tu señorito, ni le necesito para
nada —replicó. Pedro con eii Pi i
—+¿Entonces?... E
—A quien quiero ver, pero en seguida, es a la se-
ñorita Adela.
Y adivinando que el criado iba a responderle ne-
gándole que se encontraba alli la j q lo impidió, aña-
O con precipitación:
2 —S5i te han dado orden de que digas que mi se-
rita no está en esta casa, es lo mismo que si no te la
hubieran dado, porque yo sé positivamente que se en-
cuentra aquí; conque no pierdas tiempo en réplicas y
negativas, y pásale recado diciéndolk que estoy yo
aquí y necesito verla inmediatamente.
—Verá usted-—balbuceó el criado confuso, viendo
que toda negativa era inútii— yo no puedo... Dema-
siado sabe usted que cuando los amos dan una orden,
hay que cumpliria... Lo que haré será avisar a don Ri-
cardo y él dispofra lo que quiera.
Pedro comprendió que su colega no podía proce-
der de otro modo, sin infringir las más elementales
hormas comunes a toda la Servidumbre bien educada.
Por eso, replicó, suavizando el tono:
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