¡MALDITAL | 38517
a si era verdad(y el conde de las Cumbres no
abrigaba dudas al respecto) resultaba definitivo.
sed] La ión Olimpia ?—inquirió. |
Miguel! ¡No quise aceptarla ! —respondió la
dos con calor—. Comprendí, de pronto, que eso
€s lo que un hombre de mundo acostumbra a hacer con
SUS amantes pasajeras ; regalarles joyas a título de «in-
demni zación» O... «pago de servicios» ¡Y yo no. quería
ser -..una de tantas que él haya tenido!
—j Y qué hizo él entonces?
| ANA muchas veces... Yo ie mbnló. Alegó que que- :
11 hs algo que pudiera servirme de recuerdo su-
mr
yo. ¡ Qué torpe fuí! Debí comprender inmediatamente lo
que esa palabra significaba en tales momentos:-. «¡Re-
cuerdo s su uUyo DD»
Suspiró, con pena para añadir, inmediatamente :
—|¡ Era bien claro ! Se entrega un recuerdo a quien va
2 Separarse de nosotros -..quizá para siempre. Yo no lo
entendí. Y le conteté, con toda mi alma, que no necesl-
taba recuerdos su UYOS, teniéndole a él... ¡Qué ilusa y qué
“ecia he sido, Miguel ! |
¿ Y qué más sucedió ?
—Que, aunque rechacé obstinadamente la diadema,
Me obligó
190 Y BCO Oger un 12 ]0 aya E elegí esta pulsera, que
a
me pareció suficiente como:- . recuerdo.
Olimpia mostró el brazalete ; y su car, habi-
M.—441.