¡ MALDITA ! 3259
La lucho continuaba, con terrible estrépito. Y aun-
que no eran necesarios, más guardias vinieron a secun-
dar a sus camaradas, entre los que sólo había dos he-
ridos.
Rov «le Lezard» se daba a todos los diablos por su
mala suerte. Aunque, por instinto.y por costumbre, hu-
biese de buena gana combatido contra los representan-
tes de la ley, se abstuvo de hacerlo y Pipnez, le imitó.
Las razones de su pasividad eran numerosas y muy
comprensibles: en primer teérmino, cualquier movi-
miento suyo podía ser interpretado como traición por
los apaches de Belleville, y le «Mazaud», que no les
perdía de vista, hubiese disparado contra ellos. Áde-
más, desde la llegada de los coches «policiales», se vió
claramente que n o había esperanza de abrirse paso.
Lo más que cabía era aumentar el número de bajas en-
tre los gendarmes; pero eso sólo serviría para agravar
el caso. | i
De todas maneras, la situación de Roy y su lugar
teniente era desesperada. Cuando la lucha concluyera,
la policía procedería a su detención, como era lógico.
Y aunque no hubiesen tomado parte en el tiroteo, de
ningún modo podían pretender que eran unos pacífi-
cos transeuntes, sorprendidos por el inesperado com-
bate.
Tenían demasiada historia para que fuesen creídas
sus explicaciones, aunque se ajustasen a la verdad.
—¡ Vaya suerte la mía! — pensaba «el Lagarto»,