Full text: [Tomo] 3 (3)

  
  
¡ MALDITA ! 3259 
La lucho continuaba, con terrible estrépito. Y aun- 
que no eran necesarios, más guardias vinieron a secun- 
dar a sus camaradas, entre los que sólo había dos he- 
ridos. 
Rov «le Lezard» se daba a todos los diablos por su 
mala suerte. Aunque, por instinto.y por costumbre, hu- 
biese de buena gana combatido contra los representan- 
tes de la ley, se abstuvo de hacerlo y Pipnez, le imitó. 
Las razones de su pasividad eran numerosas y muy 
comprensibles: en primer teérmino, cualquier movi- 
miento suyo podía ser interpretado como traición por 
los apaches de Belleville, y le «Mazaud», que no les 
perdía de vista, hubiese disparado contra ellos. Áde- 
más, desde la llegada de los coches «policiales», se vió 
claramente que n o había esperanza de abrirse paso. 
Lo más que cabía era aumentar el número de bajas en- 
tre los gendarmes; pero eso sólo serviría para agravar 
el caso. | i 
De todas maneras, la situación de Roy y su lugar 
teniente era desesperada. Cuando la lucha concluyera, 
la policía procedería a su detención, como era lógico. 
Y aunque no hubiesen tomado parte en el tiroteo, de 
ningún modo podían pretender que eran unos pacífi- 
cos transeuntes, sorprendidos por el inesperado com- 
bate. 
Tenían demasiada historia para que fuesen creídas 
sus explicaciones, aunque se ajustasen a la verdad. 
—¡ Vaya suerte la mía! — pensaba «el Lagarto», 
  
 
	        
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