Full text: [Tomo] 4 (4)

   
  
4316 LUIS DE VAL 
dián con una sonrisa de experiencia. 
- ¡Diablo! ¡Hasta cuándo le tendrían allí? 
No se equivocaba ei funcionario, porque a la no- 
che, venciendo su. repugnancia, Ricardo se comió lo 
que había rechazado horas antes. ¡Qué diferencia de 
las cenas de Lhardy y del Inglés. 
Se tumbó en-el. camastro. y después de dar muchas 
vueltas, le rindió el cansancio y se quedó dormido. 
Su sueño fué una mezcla de realidad y fantasía. 
Viió en él a la dama de negro, que le besaba y murmu- 
raba en su oído palabras amorosas, y casi se alesrabna «le 
hallarse encerrado en el ealabozo. 
Aun dormía Ricardo, ya entrado el día, cuando el 
guardián abrió silenciosamente la puerta y dió entra- 
da a una señora vestida de blaneó y con un sombrero 
del que pendía un velillo corto, blanco «también, que 
' ocultaba sus ojos en una discreta y graciosa penumbra 
| Al contemplar al dormido preso, la dama pensó : 
—¡Qué sorpresa ya a llevarse! Quizás debí pre- 
sentarme con mi disfraz, ya que con él conseguí que 
se enamorase. Pero ¡basta ya de comedias ! ¡ Dios quie- 
ra que haya eonseguido mi intento ! 
Y acercándose al preso, de llamó por su nombre. 
Ricardo, que cn su sueño besaba a la dama de luto, 
la rubia y misteriosa Lorenza Ruiz, a la que apenas 
  
  
  
  
  
  
	        
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