4316 LUIS DE VAL
dián con una sonrisa de experiencia.
- ¡Diablo! ¡Hasta cuándo le tendrían allí?
No se equivocaba ei funcionario, porque a la no-
che, venciendo su. repugnancia, Ricardo se comió lo
que había rechazado horas antes. ¡Qué diferencia de
las cenas de Lhardy y del Inglés.
Se tumbó en-el. camastro. y después de dar muchas
vueltas, le rindió el cansancio y se quedó dormido.
Su sueño fué una mezcla de realidad y fantasía.
Viió en él a la dama de negro, que le besaba y murmu-
raba en su oído palabras amorosas, y casi se alesrabna «le
hallarse encerrado en el ealabozo.
Aun dormía Ricardo, ya entrado el día, cuando el
guardián abrió silenciosamente la puerta y dió entra-
da a una señora vestida de blaneó y con un sombrero
del que pendía un velillo corto, blanco «también, que
' ocultaba sus ojos en una discreta y graciosa penumbra
| Al contemplar al dormido preso, la dama pensó :
—¡Qué sorpresa ya a llevarse! Quizás debí pre-
sentarme con mi disfraz, ya que con él conseguí que
se enamorase. Pero ¡basta ya de comedias ! ¡ Dios quie-
ra que haya eonseguido mi intento !
Y acercándose al preso, de llamó por su nombre.
Ricardo, que cn su sueño besaba a la dama de luto,
la rubia y misteriosa Lorenza Ruiz, a la que apenas