, | ¡MALDITA! 5707
Do —¿Pa darle un cuarto al pregonero?—protestó «el |
Piripi»—. ¡Amos, anda! ¡Pa qué querrían más las her- l
manas “siamesa, con las ganas que tién d'armar jaleo!
¡Pos sí que tiés ideas luminosas!
N _—Mejor será que entremos en el café—opinó Ade-
/N la; y recordando que Angel la esperaba, se volvió hacia
$i y le hizo una seña para que se acercase.
Obedeció el esposo de María, aproximándose con su
habituai naturalidad de hombre de mundo.
—Os presento a mi cuñado, el marido de mi herma-
na María, del que os he hablado tantas veces—dijo—. Y
estos amigos son, como ya te habrás figurado, Angel,
Paloma y:Cayetano., que banto han hecho por mí en las |
peores horas de mi vida. |
—Tantísimo gusto—exclamó el fígaro, estrechando
calurosamnte la mano que Angel le tendía—. Aquí tié
usté a un raspabarbas, por mal nombre el Piripi... dis-
puesto a servirle con porntitud y esmero... cualquier
día menos hoy, que estcy con el baile de San Vítor, qu'
un flan es un peazo de piedra a mi lao.
A Sonrió Angel ante el símil, sintiendo gran simpatía
vor aquel menestral de semblante tan sincero.
Ra
m7 Penetraron los cuatro en el popular café de la calle
de Toledo y se acomodaron en torno de una mesa.
Los dos novios relataron sus laboriosas gestiones pa-
y ra dar con el paradero de la «desaparecida»; y ésta, con
| tó, a su vez, sin omitir detalles, cuanto le había sucedi-
ra
¿o la tarde anterior, haciendo que se llenasen de lágri-
mas los magníficos ojos de Paloma.