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4844 LUIS DE VAL
Toña, al oía, volvió a aproximarse, confiada.
—Oye, hija mía—repitió Adela—: ¿Qué es lo que
andas haciendo: tá por estos lugares?
—Es que vivo en aquella casa—respondió la niña, se-
ñalando el destartialado edificio donde, un buen rato
antes había querido entrar, sin que los mozalbetes se
lo permilieran.
—Pero no vivirás sola ¿verdad?
-—No. Vivo con mi abuelita
(Oteo: recordar que me pediste limosna.
respondió la chi-
—£3, señora, De limosnas vivimos
cuela, con amargura—. Antes salíamos mi abuela y yo;
pero desde que está enferma, salgo sola.
—;¡ Y de eso vivís las dos?
—De esó, nada más.
—Recogerás mucho, eñtonces.
—Según,unos días bastante ... y otros nada. Hay
días que parece que solo salen de casa las personas de
mal corazón--- Hoy es uno de esos días.
—¡ No te han dado ninguna limosna?
—Ni una perra chica. Cuando volvía a casa, esos...
—y señaló con su manecita al grupo de arrapiezos
que, a alguna distancia, las observaban con curios!-
dad—se empeñaron en que jugase con ellos.
—¡ Tú no querías?
—No; pero como sor Buy malos he tenido que pu-
Te y “1 en A Ty
gar, para que home pegasen. Dicen que usted...se dela.