CAPITULO XVII
AGONIA
S Ñ
s. el sol, y uno de sus rayos introdájose en el inte-
e de la sario casucha'en la que todos dormían, ren-
didos por las emociones de la noche anterior.
Andrés había 'acabado por dormirse también como su
migo, formando, los dos abrazados, un hermoso grupo.
En cuanto ' al enfermo, yacía sumido en un profundo -
etargo, muy semejante al sueño.
Magdalena fué la primera en despertarse.
Su reposo no había sido más que una leve mitigación
de su fatiga. Incorporóse en el camastro, a cuyo pie ha-
lábase sentada, y miró en torno suyo, sorprendida.
Había os el lugar donde se hallaba. ' |
El sueño nos saca a veces de la realidad, conduciéndo- |
8 TS giones a las que todos nuestros esfuerzos No CoNist-
elevarnos. Ñ
Mas a la esposa de Cebrián bastóle fijarse en el ancia-.
, tendido en el miserable camastro, y en los dos mucha-
os, abrazados junto a la lumbre casi rodea para
cordarse de todo. e]
A la claridad del día' se dió. cilenta exacta del miserable A
rgue a que su hijo la había llev ado, y un Suspiro de
stia se escapó de sus labios, 4
: PY pensar que ni aún era suya aquella bois vivienda!
El recuerdo de su hija Florentina y de su esposo acu-.
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