CAPITULO LXXI
Esperando la explicación
£8seo, un odo. una ba convencer a Soledad .
Me no la había engañado, de que realmente era su madr de
Después, si obligada a confesárselo todo se vería aban
nada por ella, se resignaría o apelaría a la fuerza par:
tenerla a su lado; ; on sabía aún lo que las circunstancia
Na. obligarían a hacer ; pero, por lo menos, que la niña
_Plese que le debía la vida, que n> la llorase como mu
piola demas siado pe EA ES y egos hasta el fin. me
- No, no me despreciará ni me odiará-del Íase—
10 me ama como yo ambicono, me compadecerá al me OS
Y ella, que aspiraba a verse correspondida en su cariño
Mpezó ya a conformarse con una sencilla y bondadosa com
Pasión. También el amor de madre tenía en el corazón di
Aquella mujer sus heroísmos ; porque heroísmo era arrol
trarlo todo, hasta el desprecio, por la finica satisfacción
e orgullo ínico de que la que llevó en sus entrañas supies
Que era su hija. Después, cuando ya no pudiese duda
lla misma -dictaría su se ue, ye $ hermosa” mu da: