Full text: [Tomo 4] (4)

digaba alguna caricia, arreglábale las ropas del. lecho, 
dirigíale alguna frase afectuosa 
Lueso volvía a abstraerse en sus meditaciones. 
Porque Dieguito meditaba las fltimas palabras que le 
dirigió Rosarillo-al separarse de él: ; 
E a señorita Florentina Cebrián» —habíale ches 
-rectificando la irrespetuosa familiaridad con que él habbla- 
ba de su protectora. : 
Y “el ex golfillo pensaba : 
- ——Tiene razón. Es una señorita: y yo soy lo que soy... 
Ni ella puede ser más, ni yo puedo ser menos; como que 
no soy ná. ¡Hay entre los dos mucha distancia | 
'A pesar de estas reflexiones, que le abstraían por com-- 
pleto, dábase cuenta de que transcurría el tiempo y la her- 
“mana de la caridad no llegaba, y preguntábase impaciente : 
—¿Si no vendrá? ¿Qué hacer entonces ? 
En todo caso, según él, la culpa debía ser de los que 
no permitieron que entregase la“carta al señor' director en 
propia mano. 
"Hasta podía ser que la hubiesen quedado. : 
Por algo puso tanto empeño. en hacer: las cosas tal co- 
mo doña Magdalena se lo recomendó ; pero no le dejaron. 
—No, pues como llegue la noche y no haya venido la 
hermanita—decíase—, volveré al hospital ¡y tendrán que 
oírme ! ¡Vaya si tendrán que oírme! ¡No está bien bur- 
larse de este modo de los pobres ! : 
o 
A media tarde llamaron a.la puerta, y Dieguito fué a: 
ubrir, pensando: 
—¡ Ahí está ! 
En efecto, era sor Angeles. 
-—¡ Qué pálida: estaba ! 
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