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CAPITULO XVIII
La locuacidad de Dhego
Ya hemos dicho, anteriormente, que Diego salió de ca-
sa de don Javier con la cabeza hecha un torbenillo. No aca-
“baba de creer lo que había ocurrido. Tampoco ignoramos
que, por tin, según iba recapacitando, se convencía, de que
- su cambio de fortuna no era: sueño ni una burla. '
= Pecariamos de inexactos (cosa muy grave en quien na-
rra una historia) si no dijéramos aquí que el buen muchacho
pensó sin poder evitarlo, en que si ya no era pobre, no re-
sultaría tan absurdo aspirar el amor de Florentina, máxi-
me si, como se rumoreaba entre los obreros de la fábrica y
parecía comprobado, la hija del señor Cebrián había roto
“con su novio, ] a E
Pero también es necesario hacer constar que, inmedia-
tamente, rechazó la idea, reprochándose haberla tenido. En
primer lugar, Florentina había sido la novia la Jaime ; y
era casi seguro que, aunque ahora estuviesen reñidos, se.
“trataría de una de esas peleas frecuentes entre enamorados;
que después se acaban con las misma facilidad conque co-
menzaron. La
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