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Al decirlo levantó la cabeza hacia uno de los ventanales
del piso alto de la quinta, como si con la mirada repitiese
el aviso a alguno que hubiese oculto tras las espesas celosÍas
del mismo.
—Ya sabes lo que hemos de decir y hacer—recome endó-
le Hassen—; cumplamos en todo las órdenes recibíde
Y ambos se dirigieron a la verja para recibir a ls que
llegaban, abriéndola antes de que llamaran a ella.
Acompañando sus palabras con profundas genuflexio-
nes, -Hassen saludó al teniente, diciéndole:
—Bien venido seas. Mi amo y señor me ha otorgado el
inmerecido honor de recibirte en su nombre y excusarle de.
que él no lo haya hecho personalmente, como eran su 1M-
tención y su deseo, exponiéndote las causas que contra $U
voluntad se lo impiden. :
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—¡Cómo!—repuso Fermín, más sorprendido que con=
rariado—. ¿Acaso Abd-el-Azor no está aquí, como me pro"
metió?
— Asuntos «importantes, que desconozco, se lo han im-
pedido, a pesar suyo—explicó el viejo—. Como mi señor
es hombre de tantos y tan importantes Negocios... Algún
motivo inesperado y urgente...
E Completó lo que decía, asegurando:
—Pero mi señor estará aquí en cuanto pueda. hoy mis-
mo. tal vez muy pronto. Su retraso no es más qué de a
nas horas.
En prueba de ello añadió, señalando a «Colibri»:
—Este ha venido de parte suya a decirme cuanto fe
acabo de comunicar.