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—¿Qué será de nosotras?
—¿Adónde nos llevaréis?
—¿Cómo nos libraréis de los peligros que nos amena-
zan?
—¿Los provocaréis y los haréis mayores aún tratando
de librarnos de otros que desconocemos y que acaso no
existan? es
—¿No habéis venido dispuestas a confiaros al amparo y
a la defensa de nuestro amor?—replicáronles ellos.
—Pues hacedlo.
—Fiad en nosotros.
—Nada temáis.
—Sabremos defenderos.
—Y morir por vosotras si es preciso.
—Nos servirá de consuelo el morir en vuestra compa-
ña.
—¡Juntos desde ahora pára siempre!
Esto bastó para que ellas disipasen sus temores trocán-
dolos en alegría, y arrojáronse en sus brazos, exclamando:
—¡Todo por estar a vuestro lado!
—¡Hasta la muerte!
A] salir de la habitación donde quedaban los cuatro ena-
morados, Abd-el-Azor pasó a obra estancia y llamó a Hassen.
Este acudió al punto.