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bierta antes de lo que convenía para la seguridad de la
MISMA.
Siguióla en su visita y advirtió que Aurelia
presa de una agitación extraña que alteraba sus facciones,
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rel1ejanadose en ellas el temor y la rabia
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En efecto, la digna esposa de Morcillo dirigiase al en-
cierro de su víctima, a aquel encierro en el que había perma-
necido sepultada durante tantos años y al ha
Teresa la oyó exclamar colérica:
—¡Era verdad!
salía, acerca d
Acababa de convencerse de e
la cual fué interrogada telefónicamente por Andino desde
Montjuich.
Después de confirmar también por teléfono, la certeza
de lo que le parecía impc
serle comunicado, Aurelia
sin detenerse siquiera a acicalarse, como hacia. siempre,
para avivar sus encantos, que era uno de los instrumentos
más poderosos de sus intrigas y que comenzaba ya a mar-
chitar el tiempo.
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¿Adónde iba con tanto apresur:
—Sin duda a practicar sin pérdida de tiempo las pes-
quisas para hallar a la desaparecida—calculó Teresa.-
Y crecieron su temor y su angustia porque ello podí:
dificultar la salvación de la secuestrada y comprometer se-
riamente al que la había salvado.
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Aurelia volvió a poco, y lo hizo sola y en el mismo estado
de cólera, de agitación y de despecho que antes.
Daba miedo mirarla.
Situóse tras la vidriera del balcón de sus habitaciones
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