Full text: [Primera parte] (1)

    
  
PA A AA os 
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lando a la fuerza, apoyado por mis deberes de esposo, haré 
mío su cuerpo, pero no haré mía su alma. 
Y despidióse de su víctima con una mirada en la que se 
confundían la pasión y el miedo. 
Antes de salir, Ferratges anunció aparte a su suegro, 
sin darle por entonces más pormenores: 
—He recuperado el indulto. 
Aquella noticia satisfactoria e inesperada, casl compen» 
só a Andino de la contrariedad de que estaba poseído. 
También él aparte recomendó a Morcillo al despedirse: 
—No deje usted de buscar con empeño a la desaparecida, 
hasta que logre dar con ella. 
Era lo que más continuábale preocupando. 
—A seguir buscándola obedece la prisa que tengo en 
irme—asintió Valiente. 
Y ofreció, aunque estaba seguro de no poder cumplirlo, 
puesto que no pensaba ocuparse en ello: 
—Cuando vuelva a la hora de la ejecución del reo, creo 
que podré traerle alguna noticia acerca de lo que tanto le 
interesa. 
Al quedar solos, el general se acercó a su hija, que, aba- 
tida, lloraba en el lecho sin cesar de proferir entre sus so» 
llozos dolorosas protestas, y trató de imponerle silencio mez- 
clando las súplicas y las amenazas. 
Cuando en el corredor se hallaron, Alberto participó a 
Morcillo: 
—Voy a acabar de vestirme y a libertar a Magda, como 
le he dicho antes, puesto que gracias a pee ya no necesito 
retenerla prisionera y sería una imprudencia hacerlo así. 
Sin duda por lo que parecía ads la libertad 
  
  
 
	        
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