Full text: no. 24 (1883,24)

  
  
  
MUSEO DE 
—¿Pero qué mas pudisteis jugar, si ya nada 
os quedaba? 
—Si tal, amigo mio, os quedaba ese diamante 
que brilla en vuestro dedo, y que noté ayer. 
—¿Este diamante? esclamó d'Artagnan lle- 
vando prontamente la mano á su sortija. 
—Y como soy inteligente, por haber tenido 
algunos de mi propiedad, lo estimé en mil do- 
blones. 
—Espero, dijo severamente d'Artagnan y me- 
dio muerto de terror, que no habreis hecho men- | 
cion alguna de mi diamante. 
—Al contrario, mi querido amigo, este dia- 
mante era ya nuestro único recurso; con él po- 
dia volver 4 ganar nuestros arneses y nuestros | 
caballos, y aun el dinero para poder continuar | 
el viaje. 
—;¡Athos me haceis estremecer! esclamó d'Ar= 
tagnan. 
—Hablé de vuestro diamante á mi inglés, 
quien lo habia notado tambien. ¡Cáspita, que- | 
rido mio, llevais en vuestro dedo una estrella del. 
cielo, y no quereis que se pare en él la atencion! | 
Imposible. 
—Acabad, por Dios, acabad, porque bajo pa- 
labra de honor, con vuestra sangre fria me ha-. 
cels morir. | 
—Dividimos, pues, el diamante en diez partes | 
de á cien doblones cada una. 
—:¡Ah! quereis chancearos y probar mi pa- | 
ciencia, dijo d'Artagnan, á quien la cólera co- | 
menzaba á coger por los cabellos, como Minerva | 
cogia á Aquiles en la Iliada. 
—No, no me chanceo, ¡pardiez! Bien hubiera | 
deseado veros en mi lugar. Hacia quince dias que | 
no habia visto cara humana, y embrutecidome á | 
fuerza de destapar botellas. 
—Esa no es una razon para jugar mi diamante, | 
dijo d'Artagnan, apretando el puño con una Con- 
traccion nerviosa. | 
—Escuchad pues el fin. Diez partes de cien 
doblones cada una en diez jugadas sin desquite. 
“Alas trece los perdí todos. ¡A las trece! este nú- | 
mero me ha sido fatal, pues fué el trece del mes | 
de julio, cuando... 
— ¡Infierno! esclamó d'Artagnan levantándose 
de la mesa: la historia de aquel dia le hacia olvi- 
dar la de la víspera. 
_ —Paciencia, dijo Athos. Yo tenia un plan. El 
inglés era un ente original. Yo lo habia visto por 
la mañana hablar con Grimaud, y Grimaud me 
habia advertido que le habia propuesto entrar 4 
su servicio. Le jugué pues á Grimaud dividido. 
en diez partes. | 
—¡Vaya un golpe! dijo d'Artagnan no pudien- 
do contener una carcajada. | 
  
  
NOVELAS. 187 
—Al mismo Grimaud, ¿Jo oís? y con las diez 
partes de Grimaud, que todo entero no vale un 
ducado, volví á ganar el diamante. Decidme 
ahora que la constancia no es una virtud. 
—:A fe mia, es divertido! esclamó d'Artagnan 
consolado y teniéndose los costados por el acceso 
de risa. 
—Ya comprendeis que sintiéndome con vena, 
“volví inmediatamente á jugar sobre el diamante. 
—:¡Qué diablos! dijo d'Artagnan, asombrado de 
nuevo. 
—Volví á ganar vuestros arneses, enseguida 
vuestro caballo, despues mis arneses, y por úl- 
timo mi caballo, para volverlo á perder todo. in 
una palabra, recobré vuestros arneses y despues 
los mios y esta es la situacion en que nos halla- 
mos. Es un golpe soberbio. 
- D'Artagnan respiró como si hasla entonces 
hubiesé tenido el peso de la posada encima del 
pecho. 
—En fin, me queda el diamante, dijo con ti- 
midez. : 
—Intacto, querido amigo; y además los arne- 
¡ses de vuestro bucéfalo y del mio. 
—¿Pero qué haremos de nuestros arneses sin 
caballos? 
—Tengo una idea acerca de esto. 
—Escuchad, hace mucho tiempo que no ju- 
'gais, ¿no es así, d'Artagnan?* 
—Y malditas las ganas que tengo de hacerlo. 
—No hagamos ningun propósito. Hace mucho 
tiempo que no jugais, iba diciendo; debeis, por 
consiguiente, tener la mano buena. 
—¡Y bien! ¿qué quereis? 
—El inglés y su compañero están ahí todavía. 
He nolado que tienen mucha aficion á los arne- 
ses. Vos pareceis tenerla á vuestro caballo; en 
vuestro lugar, yo jugaria los arneses contra el 
caballo. 
—Pero no querrá uno solo. 
-—Entonces jugad los dos, yo no soy tan egois- 
la Como vos. 
—¿Hariais eso? dijo d'Artagnan indeciso, tanto 
la confianza de Athos empezaba á persuadirle, 
sin saberlo. 
—Palabra de honor, en un solo golpe. 
—Pero es el caso, que habiendo perdido los 
caballos, deseaba con ánsia conservar los arneses. 
—Jugad entonces vuestro diamante. 
—¡Oh! esto ya es otra Cosa, jamás, jamás. 
—;¡Cáspita! dijo Athos, bien quisiera propo- 
neros que jugarais á Planchet, pero como eso 
se ha hecho ya, quizá no querrá el inglés. 
_Decididamente, mi querido Athos, quiero 
mejor no arriesgar nada. 
—Es lástima, dijo friamente Athos, el inglés 
 
	        
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