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(Continuacion).
En efecto, tres ó cuatro de aquellos desgracia-
dos, cubiertos de lodo y sangre, huian por el
camino cubierto que conducia á la ciudad: eran
los únicos restos del pequeño destacamen lo.
Athos miró su reloj.
—sSeñores, dijo, hace una hora que- estamos
aquí, y ya la apuesta está ganada, pero es pre-
ciso que seamos buenos jugadores; además, d'Ar-
lagnan no nos ha comunicado su idea.
Y el mosquelero, con su sangre fria acostum-
brada, fué á sentarse delante de los restos del
almuerzo.
—¿Quereis conocer mi plan? dijo d'Artagnan
á sus dos compañeros, cuando despues de la es-
caramuza que acababa de lener tan funesto re-
sultado para el pequeño destacamento de la Ro-
chela, hubieron vuelto á tomar su puesto anle
los restos del almuerzo,
—5Sí, añadió Athos, deciais que teniais una
idea.
—¡Ah! ya recuerdo, esclamó d'Arltagnan; es
como sigue: paso á Inglalerra por segunda vez;
voy á ver á Buckingham, y pongo en su noticia
el complot tramado contra su vida.
—No hareis nada de eso, d'Arlagnan, dijo
friamente Athos.
—¿Y por qué? ¿No lo hice ya otra vez?
—Sí, pero en aquella época no estábamos en
guerra, y Buckingham.era entonces un aliado
y no un enemigo; lo que quereis hacer seria ta-
Chado de traicion.
D'Artagnan comprendió la fuerza del razona-
miento y calló. : : |
—Me parece, dijo Porthos, que á mí tambien
me ocurre una idea. |
— ¡Silencio! oigamos la idea de Porthos, dijo
Aramis. | nie )
—Pido licencia á Treville con cualquier pre-
testo que os parezca; no soy muy fecundo para
inventar pretestos; milady no me conoce, me
acerco á ella sin que sospeche nada de mí, y
luego que encuentro á mi bella, la cojo por la
garganta y la ahogo. ER
—Vaya, no estoy muy distante de adoptar la
idea de Porthos. Y
—¡Quila allá! dijo Aramis, matar una mujer,
no. Aguardad, á mí me ocurre la verdadera idea.
—Veamos vuestra idea, Aramis, dijo Athos
que tenia mucha deferencia al jóven mosque-
tero,
—Seria menester avisar á la reina.
—¡O0h! ¡sí, ciertamente! dijeron á la vez Por-
MUSEO DE NOVELAS.
LOS TRES MOSQUETEROS |
lhos y d'Artagnan, creo que vamos venciendo
la dificultad.
—¿Avisar á la reina? dijo Athos, ¿y cómo se
hará? ¿Tenemos nosotros relaciones en la corle?
¿Podemos enviar á alguien á París sin que se
sepa en el campamento? De aquí 4 París hay
ciento y cuarenta leguas; nuestra carta aun no
habrá llegado á Angers y ya estaremos en el ca-
labozo.
—En cuanto á hacer entregar una carta con
seguridad á la reina, dijo Aramis ruborizándose,
yo me puedo encargar de ello; pues conozco en
Tours una persona muy hábil...
Aramis se detuvo viendo á Athos sonreirse.
—¿Y qué, no adoptais ese medio, Athos? pre-
guntó d'Artagnan. E
—No lo deshecho del todo, repuso este, pero
queria hacer observar 4 Aramis que él no puede
dejar el campamento, que otro cualquiera que
no sea uno de nosotros no es seguro; y que dos
horas despues que el mensajero habria partido,
todos los capuchinos, todos los alguaciles, y lodos
los birretes negros del cardenal, sabrian vuestra
carta de memoria, y os detendrian á vos yá
vuestro enviado.
—Sin contar, añadió Porthos, que la reina sa]-
varia á Buckingham. pero no á nosotros.
—Senores, dijo d'Artagnan, lo que Porthos
pretende no carece de razon.
—¡Hola! ¡hola! ¿qué sucede en la ciudad? dijo
Athos. |
—Tocan generala. )
Los cuatro amigos se pusieron á escuchar y
en efecto, el ruido del tambor llegó hasta ellos.
— ¡Vereis como van á enviarnos un regimien-
lo entero! dijo Athos. .
—¿Sin duda no pensais triunfar de un regi-
miento entero? repuso Porthos. A
—¿Por qué no? dijo el mosquetero; me siento
en disposicion de resistir, y resistiria 4 un ejér-
cito si hubiésemos tenido la precaucion de tomar
una docena de botellas mas.
—Con formalidad, que se va acercando el lam-
bor, dijo d'Artagnan. A
—Dejad que se acerque, respondió Athos, ha y
que andar un cuarlo de hora para llegar de aquí
á la ciudad, y por consiguiente de la ciudad
aquí, es mas tiempo del que necesitamos para
arreglar nuestro plan: si nos vamos de aquí, no
encontraremos jamás un sitio tan conveniente
Y aguardad, señores, me ocurre una idea.
—Veamos, decid. A
—Permitidme que dé una órden indispensa-
ble 4 Grimaud. acá
Athos hizo seña á su criado de que se acercara.
—Grimaud, dijo Athos señalando los muertos