LOS TRES MOSQUETEROS.
7: Continuacion).
- —Monseñor, dijo, mi vida os perlenece, dis-
poned de ella; pero este favor que me concedeis,
no lo merezco; tengo tres amigos que son mas
- dignos.....
Sois valiente, d'Artagnan, interrumpió el
- cardenal, golpeándole en el hombro con familia-
- Tidad, pues se hallaba encantado de haber ven-
cido aquella naturaleza rebelde; haced de este
nombramiento lo que querais, puesto que el nom-
bre está en blanco; solamente recordad que es á
vos á quien se lo doy.
- —No lo olvidaré, respondió Ú Artagnan. Vues-
_Lra Eminencia puede estar seguro.
El cardenal se volvió, y dijo en voz alta:
—¡Rochefor!!
El caballero, que sin duda se mantenia detrás
de la puerta, entró inmediatamente.
-—Rochefort, dijo el cardenal, recibo á d'Ar-
—lagnan en el número de mis amigos. Así, pues,
abrazaos, y sed prudentes si quereis conservar
vuestras cabezas.
-— Rochefort y d'Artagnan se abrazaron; pero el
cardenal era quien los observaba con su mirada
vigilante. o
Al mismo tiempo salieron de la habitacion.
- —¿Nos veremos? ¿no es asi, caballero? se di-
jeron ambos.
- —Cuando querais, dijo d' Artagnan,
—Ya se presentará ocasion, respondió Ro-
-—Chefort. |
—¡Hum! dijo Richelieu, abriendo la puerta.
- Nuestros dos hombres se sonrieron, se apreta-
Ton la mano7"Saludaron 4 su Eminencia.
-——Ya comenzábamos á impacientarnos, dije
Athos.
-—Aquí estoy, amigos mios.
En efecto, en la misma noche, d' o fué
casa e Alhos, oe encontró á á punto de va-
6 esnda des su e el omitido:
omad, mat: y ae siboS, le de ee es
Annie, le dijo, para Athos, esto es demasia-
MUSEO DE NOVELAS.
do; para el conde de la Fere, es demasiado poco.
Guardad el nombramiento, que es vuestro, y,
¡Dios justo! bien caro lo habeis comprado. |
D'Artagnan salió de casa de Athos, y entró en -
en la de Porthos.
Le encontró vestido con una magnífica casaca
cubierta de bordados espléndidos, mirándose en |
un espejo.
—¡Ah! ¡ah! sois vos, querido amigo; ¿qué tal
os parece que me va este vestido?
—Perfectamente, respondió d Artagnan, pero
vengo á proponeros otro que os irá mejor todavía.
—¿Cuál? preguntó Porthos.
—IHl de teniente en los mosqueteros.
D'Artagnan le contó su entrevista con el car-
cardenal, y sacando de su faltriquera el nombra-
miento:
—Tomad, querido mio, le dijo, escribid ahi
vuestro nombre y sed buen jefe para mí. (
Porthos echó una mirada al nombramiento, y
lo devolvió á d'Artagnan con gran admiracion
del jóven. E
—Sí, dijo, eso me lisonjearia mucho, pero no
podria gozar mucho tiempo de este favor; duran-
te nuestra espedicion á Béthune, el marido de
mi duquesa ha muerto, de modo, querido mio,
que el cofre del difunto me tiende los brazos, y
me caso con la viuda. Ya veis, me estoy proban-
do mi vestido de boda. Guardad la lugartenen-
cia, querido mio. :
Y la devolvió á á d'Artagnan.
El jóven fué á casa de Aramis. ]
Le encontró arrodillado delante de un recli-.
natorio y con la frente apoyada contra su libro
de oraciones.
Le contó su entrevista con el cardenal y sacó
por tercera vez el nombramiento de su bolsillo,
bucstre amigo, nuestra lumbrera,
nuestro protector invisible, aceptad este nom-
PS
bramiento; vos lo habeis merecido mejor que
nadie por vuestra prudencia, y vuestros conse=
-|jos, siempre seguidos de felices resultados.
—¡Ah! mi querido amigo, dijo Aramis, pues=
tras últimas aventuras me han hecho a aborrecer S
la vida de hombre de espada. Esta vez estoy de-
cidido enteramente; despues del sitio tomo el -
hábito de los Lazaristas. Guardad ese nombra= E
miento, d'Artagnab; la carrera de las armas. Os. -
-|conviene; sereis un valiente capitan.
D' 'Artagnan, con los ojos humedecidos de re- :
conocimiento y brillando de alegría, volvió
casa de Athos, que encontró todavía sentado á la
| mesa y mirando su último vaso de vino de Má-
ga á la luz de la lámpara.
—Pues bien, le dijo, ellos tambien lo. had
rehusado.