LA SEÑORITA
ops rucho. , mucho !-—dijo con voz al.
-—¡ Sí, mucho!... Estimándolo en su valor
en bruto pieden evaluarse en ochenta mi
llones. |
—¡Ochenta millones!... ¡ Y todo esto para
... para mí!
—¡Para vos y para la pequeña hida del
esierto! Para la que no ha desdeñado. la
istad idel viejo cafre. de
En este tronco á medio pudiir la voz
del negro producía sordas resonancias; dos
ruesas lágrimas corrieron por sus broncea-
Continuó :
—Estos diamantes han dde: acumulados
Por los viejos de mi tribu y durante años
> sido yo su fiel guardián. He tenido un
leño: el de consagrarme á la lucha con-
a los invasores de mi país. ¡Pero ay de
El invasor ha triunfado, mis hermanos
4n muerto y mi casta desaparecerá con-
lgo, Que estos guijarros, pues, ayuden
la felicidad de una niña cuyo corazón
aún más sereno que su rostro.
En un irresistible entusiasmo de gratitud
admiración, el señor Josselin cogió la
no del negro, la estrechó con efusión
la llevó á sus labios.
—¡ Zimbo! Lo
Quieres ser mi hermano?
Seré di hermano.
—¿Y no me abandonarás jamás ? E
Nunca os abandonaré.
- padre: de Zezétte experimentaba en
corazón una necesidad intensa de expre- 1
lo que sentía; balbuceó palabras sin
do, que llevaron á los ma de Zim
una nueva sonrisa. de 470
“Hermano mío, tendréis la bond de
lardar para más tarde este agradecimien-
que yo sé que es sincero. Es pe ,
Ets Done señor -Jossetin, pregonó con an-
cl algo...
-Os obederto. Zimbo..
amente el cafre dió sus instruc- da
so la idlbadas? tomó posiciones en la copa e
MONTECR
solid y generoso!
STO , 27
lo atraía hacia él en seguida lo dejaba des-
lizarse hasta los negros resíduos, al exterior
que vertían el contenido de la caja.
Después de un cuarto de hora el teso-
ro del rey de los cafres estaba en su puesto.
Entonces Zimbo y el señor Josselin aban- '
donaron el árbol. :
La' caja fué sólidamente cerrada con la
barra de hierro cuyas extremidades car-.
garon los criados negros sobre sus espaldas.
A causa de las dificultades del terreno
la marcha era lenta.
El paso del vado del AE se ho
bastante penoso pero se llegú á la otra orilla
sin dificultad.
Para atravesar el. acota el cofre fué
colocado en medio del bote, los negros lo
sostuvieron vigorosamente y después de ha-
ber luchado contra la corriente durante más
“de una hora, llegaron al punto de destino.
A partir de aquí la caja fué curia de
- nuevo al medio de la verja.
Zimbo parecía agitado; avanzaba á gran-
des pasos y apresurando á-los que qe.
vaban el cofre, porque quería entrar en'
la quinta antes del día. que, en aquellas
latitudes llegaba. sin transición, casi sim
- aurora,
De repente, se detuvo y aplico el oído. 5
al suelo.
Después. se le vaá de un sido» cogió la
carabina del señor Josselin se puso el cu-
chillo entre los - dientes si dió un salto
sobre las malezas. :
El colono quedó estupefacto.
Con la intención propia de los salvajes
del desierto, ¡había el. es A rlpiian un e
peo EA EN
——¿Era este peñigro! ao y de DS
Zimbo, ¿no tenía más que una simple sos-
pecha Ó quería probar. si sus POSTS
eran fundadas?
: Report ente qe un disparo. : pa .
árbol desde donde dejó descender el sa
lito de que había ES cuidado bd e
el intcetoride ES el nc Josselín
naba l cestita de diamantes; HU