Full text: Tomo 1 (01)

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EPs brenj:— dia. — estoy “conten:o 
le tl. : ' 
- NY mientras que los negros corrían esparcl- 
«dos y se movían en la más grande confu. 
:sión, pero incapacitados para organizar el 
muunor SOCOrrO, el viejo cafre, “silencioso, 
se sonreía por la puerta subalterna seguido 
He Ta vigorosa negra. 
Llegó. al llano, se detuvo un instante, 2chó 
una larga mirada hacia la quinta quemada 
y murmuró tristemente: 
—;¡ Dentro de: una hora no quedarán lbs 
aque cenizas! 
Y apretó el paso, 
Al cabo de diez minutos llegó al cer- 
«cado de caballos donde se apoderó fácil- 
mente de dos. soberbios jumentos, y les 
«puso los arreos que había depositados en 
este sitio algunos días antes, 
Los magníficos animales muy dóciles :és- 
«taban dispuestos 4 subvenir á la larga ca. 
_rrera que iban á pedirles cuando Zezétte 
Jespertó. 
Miró alrededor de ella con pavor, reco- 
«nociendo á Zimbo, 
—¿Qué es esto? ¿Qué quiere decir el 
«que yo esté aquí por la noche ?—preguntó, 
En este momento el incendio comenzaba 
4 teñir de púrpura el cielo, llamando .su 
atención. ES 
z —¡Zimbo! ipiabor ¡ nuestra casa se que: 
ma | ¡Ah] ¡Dios mío! ¡Dios mío! y papá 
A aque no: está aquí. ¡Es preciso que vuelva 
seguida... en seguida! 
—No Zezétte, no volveremos, Esos in- 
fames han puesto fuego á la quinta. Bus- 
Aca: también 4 la pequeña Zezétte para ha- 
_cerle mal: por eso nOSotros. sat huir, 
¿huir en seguida, E 
Atontada, llena de les la «pobrecita 
miraba (¿4 Zimbo y 
e hablaba una. bb 
-.Zimibo acababa 
silla, Tendió el brazo y Paméla, le dió 
la negra bo no 
e ár la niña que tomó asiento delante de 
é sosteniéndola. del brazo izquierdo mien- 
ras. que con la mano derecha: sujetaba las 
riendas. 
—Sed prudente, pequeña Zezétte, sed pru- ! 
: dente; en seguida nos ge á reunir con 
“nuestro ea 
: Zezétte A 
de iaa en la 
las randes ojos abicnios 4 ua 
CARLOS SOLO 
raba con espanto las llamas que continua 
bn su obra de devastación. 
. —¡Qué desdicha!... ¡Qué desdicha ¡bal 
buceó —¡¿Oh! ¡pobre pap: ¿Qué va 
decir ? : 
Paméla, también se había puesto en $ 
cabalgadura con una prontitud que hubie- 
sen envidiado muchas amazonas. 
—¡En marcha l—exclamó Zimbo. ”- 
Y picando á su cabalgadura con el ex 
tremo de su cuchillo, marchó al galope € 
Li noche profunda, pd de cerca pol 
Paméla, 
Una hora después, las « a 
el antiguo dominio del señor Josselín, BO : 
parecía sino como un punto luminoso ' en 
el lejano: horizonte. 
J J j J 
RE ls] 
XI 
Mientras que Zimbo, Paméla y Zezétl 
huían en dirección al Este, el desarrollo 
del fuego llegaba á su colmo en las «Ché 
villettes», Ra 
Alrededor de la quinta quemada los ne 
gros se esparcían dando gritos y reclamé 
ban la ayuda que sabían no debían 
- perar de nadie, pues, aparte de el pab 
llón de la mina de los Blackbaern, ning! 
7 
- ha casa no se hallaba á menos de cua 
leguas de distancia. 
De repente, los pobres diablos se E 
_taron; en el resplandor proyectado por 
“incendio acababan de distinguir 4 Jim. 
Joe Blackbaern, al señor Blaisois y al pi 
gro Swami. 
Los negros temían como á la peste 
los dueños de la mina y á su digno: 
tramaestre; desde que. estaba en la 
ta el vizconde no había conseguido Ml 
ca captarse las simpatías de los: criad 
pero era tanta la turbación de Psoe 
acogieron al cuarteto como. á sus. a 
rias 
—¿Se han salvado los antsidie qu 
dan en la quinta —preguntó. sl viacg 
Nadie respondió. . 
—¡Atajo de distros! Os quejáis. com 
las mujeres, ahora que es preciso move! 
¡manos á la obra! y que en cinco 
tos estén todas las bestias fuera. de 
 
	        
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