6. y CARLOS SOLO
montículos de. cierta elevación y daban de
lejos la impresión de dos ciudadelas rivales.
La una estaba habitada por los hermanos
Blackbaern, ingleses llegados de Australia:
algunos años antes.
La otra pertenecía al Señor Pedro Josse-
lin, cuyo nombre indica suficientemente su
nacionalidad y que, habiendo abandonado
la Francia á.raiz de los acontecimientos que
vamos á referir, se hallaba ya establecidc
sobre las márgenes del Sterkstrom cuandc
sus vecinos vinieron á plantar allí sus pe-
nates.
La propiedad del señor Josselin era una
hermosa granja, construída de un modo
algo primitivo, es verdad, pero muy confor-
table y situada en la ladera de una vasta”
extensión de terreno, que, -con grandes es-
fuerzos roturados, ofrecían ¡en la actuali-
dad un excelente aspecto.
Componíase de un espacioso cuerpo: de
habitaci iones construído sebre montones to-
mados al torrente, y, ¡lujo inopinado en
estas comarcas! cubierto de un techado de
tejas rojas, Alrededor de esta construcción
que, por su estructura, revelaba las bellas
alquerías lemosinas: y normandas, se alinea-
ban los retretes, los corrales, los establos
y las casas de los criados, El aspecto gene-
ral de la construcción tenía algo de coqueto
y de risueño, que anunciaba á no dudarlo,
el desahogo y la prosperidad,
| La habitación de los Blackbaern no era
- más que un sencillo pabellén edificado en
de pequeñas planchas apenas igualadas, cubier-
_to de tela ondulada y unido por una doble
emipalizada á un «kraal», especie de cercado
en que vivían en-la más repulsiva promis-
cuidad una veintena de negros empleados
por los dos, hermanos en los trabajos de
las minas de oro que explotaban.
Notable contraste: aquí todo denunciaba
el desorden y la incuria; montones: de in:
—mundicia habían sido depositados y acu
_mulados á lo largo de los. tabiques, una
balsa infecta se podría ante el «verandah»,
¡las ventanas carecían de vidrios. y en el
interior del pabellón, Compuesto de tres
repugnante.
.
ezas, reinaba. una. suciedad
La casa era digna de Sus. moradores,
pri ay olsen vecinos—no, e
más que tres kilómetros entre las dos hz
taciones—, las relaciones entre los ingle
y los franceses nunca habían sido cordial
El Señor 'Josselin había tenido razo
para obrar así. :
De primer intento había reconocido.
carácter egoísta y el espíritu cauteloso.
los dos hermanos; en sus miradas habla
_leído que no serían escrupulosos en .
medios que empleasen para enriquecers
y, prudentemente, había permanecido -
actitud espectante.
El francés no se había ' ARG en
juicio que fácilmente había formado de
moralidad de los dueños de la mina, 1
cuales no tardaron en adquirir, en la regió:
una reputación de las más abominabl
Su mala fe se hizo legendaria, refiriénd
se cosas increíbles sobre la manera cop
trataban á los desgraciados negros ue.
bajaban bajo sus órdenes.
Lo que va á seguir demostrará, por
demás, hasta qué extremo podía llegar .
ferocidad de aquellos individuos. :
Una tarde de Abril de 1889, acomodad:
alrededor de un tronco de un árbol conve
tido en velador é instalados bajo la cortin
que formaba «verandah» ante el pabellól
los hermanos Blackbaern hablaban de su
pequeños negocios, sin dejar de lanzar gran
des bocanadas de humo de sus pipas, q
hubieran podido creerse engarzadas á su
mandíbulas, si de vez en cuando no 1
sacasen de la boca para dar gopiosos avanr
ces á una redoma de ginebra, de volumen
Aunque en lo moral tuviesen los dos
Blackbaern el mismo valor, presentaban, €
lo físico, un muy curioso contraste.
Con su estatura que sobrepasaba en mu-
Cho á la mediana, su cráneo coronado pol
un enjambre de cabellos rojos, su barba
hirsuta, su pecho levantado, sus temibles
músculos, sus ojos glaucos, llenos de es"
_¡trabismo y casi á flor de cabeza, Jim el
el mayor, era una especie de coloso cu
magnífica. talla no hubiera amedrentado
una asamblea de luchadores de oficio, pero
del qe huiría. con .. dia liar e