LA SEÑORITA MONTECRISTO ' ' ] 85
—¡Dejaros solo!... ¿Para que volváis á
bulliros? ¿Sois muy desgraciado ?
—¡Na soy desgraciado!
—¿Arruinado quizás?
—Tengo doce mil «dollars» de renta.
—¿Desgraciado en amores?
—¡No! ¡Tengo «spleen»!
¿«Spleenm» con doce mil «dollars» de
nta ?
SÍ, quiero acabar de una vez,
Pintole la lucha que tenían que librar con
los Blackbaern, en Africa, bajo los colo-
res más sombríos, A su entender, la guerra
entre los boers y los ingleses complicaba
aún más las cosas y temía por cierto que
la mitad de los personajes de la expedición
perecerían.
Este relato interesó vivamente al «splee-
mático» yankée.
—¡Ah, señor! — concluyó el escultor—,
e.
Fué la escuela fran esa la que triunfó. (Pag 84.)
“—¡Eso es diferente!
Y no vayáis á contrar: arme.
¡No! libre sois de suicidaros cien veces,
ho os basta con una.
Miró el río con gesto de Moságtado.
3 ¡ Suicidaros! Pero e en el in-
Una taza...
+0 queréis decir?
¡Venid conmigo! Estoy de humor para
ceros un suicidio realmente digno de
bre que tiene seis mi'lones de renta.
dirigiéndose hacia el bar, Gedeón le
Óó la historia del tesoro, los esfuerzos
hacían para ad d sus pri
| desdichas,
pe E Ei A
e ; y
a O bid ;
—”
Venid con nosotros, Hay novecientas no-.
venta y nueve probabilidades contra una
de que no regresaréis.
—¡«Al right»! ¡Eso me hace sonrei ir!
Soy de los vuestros. Vamos á decírselo á
la pequeña, ¿Dónde os alojáis? :
En Tryon House. o
—¡ Lo conozco! l En marcha señor. CA
En el «bar» donde bebieron varios «grogs»
- habían dejado secar sus trajes sin que nadie
soñara en meterse en la cuestión, e :
- Después recalentados por dentro y. por. :
Ca fuera, tomaron el camino del hotel «donde la
señorita —Josselín debía esperar impacien-