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LA SEÑORITA MONTECRISTO | O
el ex comisionista apareció, y toda la ban-
da, el señor Donegal, Gedeón, Simpson y
los cuatro policías, salieron de las ofici-
has de la agencia Fillmose.
IV,
-. —¿De modo, encantadora Betsy, que os
hacéis la cruel y no querdia decirme la
- buenaventura ?
-—No se dice la buena ventura á hom:
bres, Davis.
—Quisiera conocer mi. porvenir. ¿Seré
Tico? ¿Seré algún día presidente de La
-Unión?...
Sí, Davis, llegarás á mucha altura,
-Y Sin embargo, nadie envidiará tu suerte!
-—No me intrigues, dulce e Dime
Sta donde me elevaré.
—Jamás lo has dudado tú... Te eleva-
2S. muy alto, Ó más bien, serán los de-
más quienes te eleven.
— Probablemente ciudadanos que habrán
nocido mis méritos.
—Sí, pues está escrito que harás tu dida
l mueca, con un collar de cáñamo alre-
lor de tu cuello, A
—¡Víbora! ¿Por ventura hablabas así
tus buenos tiempos á tu amante el her-
50 Harry, que te zurraba de lo lindo ?
—¡Eso no te importa!
—¡Oh, no té enfades mi dulce Heisyl.
no se puede menos de reir entre nos:
tos! Mira, trae hacia aquí un cubilete
_€se excelente ron de que estás PRE
Provista, y charlemos.
—|Charlar! ¿De qué?
| De lo que tú quieras! De tus anti-
8las conquistas, de nuestro dueño, de la
niña que guardamos bajo llave,
Una bella gestera que aprenderá á
pe 7 qe 4
-—El conocimiento está hecho, pues. sin
llegada, la pequeña gestera te hubiera
*ttancado lindamente él moño esta maña-
¡A tu con] Ped ¡Que nos, ADO:
¿8
Sus. vasos vacíos sobre la. mesa...
e hora. es, deceo la
ba de Las nueve.
:y á Inglaterra,
—¿Piensas que el vizconde vendrá aún
est: tarde?
—¿Cómo quieres que lo sepa?
—Te creía en los secretos de los due-
ños, puesto que te han enviado á París
para realizar una tarea
pocu limpia, :
—Soy como tú, Betsy, se me paga este
trabajo, sé: que el dinero no tiene olor
y lo que queda no es de mi: competencia.
—Pero en fin, ¿qué es lo que quiere
acer Joe Blackbaern de la. pequeña ?
—Casarse probablemente con ella
—No tiene mal gusto, el viejo Joz,
la. doncella es bonita; se parece
cuando Harry...
—Con la diferencia de que tú eras po-
bre y la pequeña es inmensamente rica,
millonaria,
—Eso era lo que ella me decía pero
no he querido creerla... El señor de Blai-
so". me había asegurado que estaba loca,
—¡Sí, loca como tú y yo, Betsy!
—¿Cómo sabes todo eso, Davis?
-—Porque no se trabaja nunca cinco
años por cuenta del mismo dueño, sin co-
nocer sus pequeños negocios.
—¿Y crees que el señor e ninel
casarse con ella?... ,
—¡Acaso! Aunque yo dudo que la be-
lla lo encuentre de su gusto. |
--¿No lo. ha visto nunca? ¿e
—SÍ; en otros tiempos, cuando era pe-
queña, en Africa Ó.en el Sur de América,
no sé donde á punto 'fijo. Vamos, vieja
curiosa, me estás dejando hablar sin dar-
n.e: un refresco. Dámelo, A mue -
ro de sed, Mes e
La vieja fué á buscar del comedor la
botella de ron y llenó los vasos. . ,
Davis bebióse el contenido del suyo. y :
chasqueando su lengua : A
—| Siempre. dr salud, Betsplu: Ea
pues
á mí
verdad que este ron es' "excelente; y si
tú quisieras cederme algunas botellas...
¡Ah! ¡Rayos del infierno! ¿Qué es esto?...
Uno. ¡dos! ¡tres !; cuatro campanillazos!
dos aleaides eli y colocaron ÑS
: cs son la señal. >
Ba el señor de Blaisois! o sol.
--¡Que el diablo lo Meda ¡Venir id
Ae: Sá está Mora! ts e abrir,