LA SEÑORITA MONTECRISTO
Y este hombre extraordinario quería
arse—dijo Zezétte.
—Sí. Y de no haber sido la zambullida
¡6 yo me di tras €l..
Gedeón, me parece que mi alma se
ga á esta partida de cartas.
—Perdió—dijo uno de los espectadores.
repente, un rumor corrió por la ga-
.
—¿Y quién *—preguntó Gedeón.
Mister Murchinson.
Una gran emoción invadió á los jó-
es,
— Pido mi revancha !—dijo Murchinson,
—¡No! marcho.
Murchinson arrancó . una hoja de su
Thet y, para hacer las cosas en regla
Mapateó - las siguientes líneas:
«Mister John Smith, mecánico encarga-
de «La Florida» está obligado á po-
63 disposición de mister Williams Do-
gal, al cual cedo el «yacht» con toda
piedad».
Firmó y dió al rey de los algodones este
de cesión sacd ed pero muy
lar,
El señor Donegal echó un vistazo, dobló
Papel en cuatro y lo guardó en el ie
Y del pantalón,
«AN right». En. dónde está amarrado
«yacht» ?
En el muelle del Este. Dock ÓL.
El yankee dirigió una cortesía amis-
á los del «club».
—Señores, os saludo.
E hizo una señal á los jóvenes.
—Son las ocho y cuarenta y ocho,
1d |
Esta vez el yankee montó en el coche,
lado" de Simpson.
—Señor policía — dijo mientras que el
'hículo, rodaba por un terreno infernal—,
- sentís dispuesto á continuar el A
le habéis comenzado por mi cuenta... ?
—¿De qué se trata? e
—De no abandonar la vigilancia del se-
r Blaisois y de los hermanos ep
Blackbaern.
Ya lo creo,
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—¿Y de seguirlos por todas partes como
su sombra?
—Ya lo creo, siempre.
—¿Lo mismo que marchen de New-
York... que vayan al fin del mundo... A
Africa, por ejemplo?
Simpson miró á su interlocutor, que con-
tinuó : e
—Estas gentes volverán fatalmente don-
de vamos nosotros; lo que importa es no
perderlos de vista, segu'rlos por todas par-
tes é informarse de sus hechos y gestos,
cuando la ocasión se presente, Pongo pre-
cio cincuenta mil «dollars» adelantados.
—En estas condiciciones, señor, el asun-
to ha concluído,
-—¿Y no dos la pista de los caba-
lleros : di
—Ellos mismos se cuidarán de atravesar
el reino del diablo.
El señor Donegal sacó de su bolsillo
un carnet de cheques del cual arrancó
do hojas,
—Poseo en la banca Jackson un depó-
sito de diez mil «dollars» que retiraréis
mañana á primera hora ¡Hé aquí el
cheque! e
—¡ Bien, señor! y
—Os presentaréis en seguida en las ofi-
cinas de la banca de «La Unión» donde
os darán quince mil «dollars» con la pre-
sentación de este segundo cheque; cobra-
réis el resto cuando nos volvamos á ver.
netas Cuándo?
—Cuando las circunstancias lo permitan,
Eso depende de vos.
—¡ Bien, señor! :
— ¿Está entendido, pues?
—¡Está entendido!
El coche disminuyó su acelerada bla
y se detuvo no lejos de un <yacht» eps >
fico amarrado al muelle. en
El señor Donegal descendió y á la e de
la linterna, pudo leer la palabra «Florida»
inscripta en letras de oro : delante del navío.
-—Dió un silbido. - E
Un hombre de á bordo hegó 4 su Halo
_mamiento,
—A] jefe mecánico, orden del señor MU a
chinson—dijo. £
El hombre des. ot reaparecer
bien pronto inet ve: q mecánico,