Full text: Tomo 2 (02)

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«riendo. por el mismo camino los embarca- 
«rían 4: bordo del «Florida», que los conduci- 
«ría 4 Francia, donde en lo sucesivo. es- 
+tarían al abrigo de la. codicia. de los Blaeck- 
baern: | 
La guerra que ya ensangrentaba una par- 
«te del país que iban 4 atravesar no, fué 
más que una cuestión. incidental. 
En cuanto: á:, los- Blackbaern se. burla- 
ban: de ellos; suponiendo que llegasen al 
Sabi á tiempo de maniobrar, nuestros ami- 
-gos eran bastantes para aceptar la lucha. 
- En previsión de las fatigas del siguiente 
«día, Eustaquio Galimard aconsejó á sus 
compañeros tomar una buena dosis de des- 
«canso; esta advertencia, muy prudente, fué 
"bien acogida. 
- Pero á media noche todo el mundo es- 
taba en pie. 
El navío no avanzaba sino lentamente; 
-se aproximaba á las costas. 
Cada cual se preperaba para el desem- 
“barque. 
La señorita Josselin se había puesto un 
traje de caza que le sentaba 4 maravilla. 
Por toda arma, llevaba una escopeta én 
bandolera y un cuchillito en aspa. 
Arístides semejaba á una armería. am- 
| pss 
Con su winchester sobre la setucidas Sus; 
SS las de caza y sus revólveres en la 
cintura y un gran sable en el costado zan- 
queaba. el puente. 
-. —¡Esto promete á á fe E — monologa* 
-. 'ba—. Inútil es hacerse ilusiones. Habrá pu- 
, fetazos que dar y “quizá. que TECIDIL:. 
,: El director de teatro se detuvo como 
si esperase. los aplausos del, público; iba 
4 comenzar una segunda sesión. del mismo 
gusto, cuando sus amigos le detuvieron. 
RRA mi antiguo- amigo! ¿Te creerás 
: todavía en las Folies-Bobino e-—dijo Gedeón. 
¿Es que ld vista de, cid armas te hace 
A 
—Queremos impeáitte de edldiéndo. Ve, 
hd en la oi e agro la : A 
| - a 
bando. 
CARLOS SOLO 
lona; con- gestas cómicos tan patéticos, 
los. espectadores: riéronse fuertement 
cuya. risa se. unió.la. del mismo. comedi: 
El ¿hombre que ríe está desarmado, 
un proverbio; pero no aconteció lo m 
al señor Lavignette el cual se obstim 
guardar su sable. 
En .el mismo. instante John. se apro 
al señor Donegal. 
—Ya llegamos—dijo: 
Y mostró una línea obscura que en aq 
claro obscuro de la madrugada: se vela 
dos milla. ¡próximamente del buque. 
Inmediatamente se hizo extinguir. tod: 
los fuegos en el puente de «La FloM 
Todo el mundo ¡estaba dispuesto. 
Dirigido: por el piloto indio que con 
perfectamente estos sitios, el «yacht» 
zábase silenciosamente por el Océano. 
De repente, John puso el dedo en 
labios y mandó á los aventureros gual 
silencio. 
-—¡ Mirad l—dijo. 
El señor Donegal fué el primero que 
_ el objeto que señalaba el mecánico. 
—Otro barco—dijo. 
—Una goleta que está en la bahía do 
nosotros vamos á entrar. ¡Como aquí, 
_dos sus fuegos están apagados! 
—Acaso ese buque tenga razones p 
esconderse. 
—¿ Hemos sido vistos? 
—¡No. lo creo! 
—¿Qué nos aconsejáis hacer, John? 
771 Esperar!... Indagar á ver si est 
letá es amiga ó enemiga. 
-—Como quiera, no está en condicio! 
para darnos caza, como aquel crucer 
glés que el diablo lleve!... ¡Ah! esto es? 
gular.. .. Se diría que la goleta nos ha. 
y huye de nosotros. pe 
Efectivamente la misteriosa embar 
_ acababa de desplegar todas sus velas 
como una sombra ligera avanzaba €n 
rección noroeste, es decir, hacia alta 
pe Será ¿preciso  Apresarla? —P 
John. 
-—¿A santo de qué? N ada nos importa 
¡Será aa e co 
—En este. caso tienen Pa en di 
V 
 
	        
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