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tun sello, que ¡cosa sorprendente! era de
la embajada inglesa de los Estados Unidos.
Realmente lestaba bien provista la agencia
Fillmore.
El policía guardó todo esto ien su cartera;
despues pasó al tocador reservado de los
señores policías.
Media hora antes de la marcha del bu-
que dde gran velocidad «Calvados», Simpson
vestido de una hopalanda muy amplia y
á la vez larga, los ojos cubiertos por unos
anteojos azules, los cabellos lisos y teñidos
de rojo, una maletita en la mano y un gran
libro bajo el brazo, aparecía sobre el «wart»
que daba acceso al barco.
La transformación estaba muy bien he-
cha, el policía semejaba á un clérigo an:
téntico.
Con el aire entonado y como fastidiado
por la agitación de la noche, se paseaba
en todas direcciones examinando á hur-
tadillas, todos los viajeros que paseaban por
el puente.
De repente sus ojos brillaron y s* escon-
dió detrás de un móntón de cajones, muy
metido en curiosidad por la Ln de un
grupo de viajeros.
El grupo estaba formado por cinco hom:
bres. Ñ
Delante marchaban dos; el uno alto, rojo,
corpulento; el ¡otro mucho más pequeño,
agobiado por una claudicación bastante pro-
nunciada, pero que tenía en la fisonomía.
cierto parecido que no dejaba lugar á duda
sobre el parentesco que le unía al primero.
- Simpson los reconoció enseguida. Eran
los hermanos Jim y Joe Blackbaern.
Detrás de ellos venían otros personajes,
que transportaban más bien que otra cosa
al quinto viajero, que no podía andar y que |
no era sino el vizconde de Blaisois.
- Uno de los que lo llevaban era Davis,
el hombre de Morrisona, el amigo de Betsy.
el guardián de la señorita Montecristo
cuanto al segundo, Simpson no lo conot
Viendo el lastimoso estado á que se”
llaba reducido el vizconde de Blaisois,
falso clérigo experimentó la satisfacción
tima de artista que contempla su obra.
—¡ARh!...
ponerse en camino en estas condicioW
pobre... Qué lástima tener '
Felizmente estaré dispuesto para endul
en el ejercicio de mi ministerio, las la
horas de la convalecencia.
Seguro de no perder la pista, SimP
se fué á tomar su pasaje y franqueó
puente seguido de los viajeros.
Cumplidas las formalidades de emba
se puso en la toldilla y no se metió en
cámara hasta el momento en que el 4
vados», saliendo de la rada, tomaba el
mino de Europa.
El primer día de travesía pasó sin 3
dentes dignos de ser notados.
Lo mismo ocurrió el segundo.
El tercero, reinaba cierta intimidad
los pasajeros de primera clase, que relal
mente poco numerosos, tenían ocasié
encontrarse frecuentemente en .el salÚ
en la mesa.
Jim y Joe Blackbaern, muy preocu
por si no llegaban á tiempo á los bA
del Sabi, estaban poco comunicativos
Insimismados en los mapas, estu
los itinerarios con escrupulosa atencióN
El «Calvados», un buque de primer Y
debía recorrer en seis días las 1.430 le;
que había de N ew-York al Havre.
La distancia del Havre á Marsella
rápidamente franqueada en .expres5
No se necesitaba veinte días para Y
Marsella á la isla de la Reunión
donde un vapor IO los transp0
en poco tiempo á Lorenzo Márquez.
De este último punto se llegaba
fácilmente al Sabi.