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de los londinenses y de la turba cosmopolita
que pasa como flecha al negocio del dia, al
teatro, a la sala de conciertoo de conferencia
cientifica, humanitaria o religiosa en la noche,
y pensar en Palma, en Amézaga, en Rosay,
en Leguia y Martinez, en Zavala....(no aca-
baria la enumeraciön).
Deshechas mis maletas, colocadas las de
Karl en el cuarto que debia ocupar en la noche,
y ejecutadas las abluciones de costumbre, se
dispuso ante omnia que al desayuno de huevos,
jamón y té con pan y mantequilla, se agregase
una mutton chop (costilla de carnero), una de
las cosas que con el roast beef, no debe dejarse
de comer en Londres, aún cuando se desdeñe
el plumpudding de Navidad.
En frente del aristocrático y modesto hotel,
vulgo pensión de familia de Miss Dove, exhibía —
una tienda de carne y pescado las apetitosas
costillas deseadas. Miss Baker se puso el som-
brero de las mañanas y dió ella misma la orden
de que nos trajeran dos, para ser asadas a la
parrilla. Karl me pareció que hasta entonces
no había hecho desayuno más sencillo y agra-
dable al paladar.
Como director de la jornada, decidí tomar
un democrático ómnibus, a penique la milla,
hasta Regent Street, en el imperial. Subidos en
este, recorrimos las aristocráticas calles de Ba-