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WILHELM SIEVERS
mimosas, agaves y árboles de hoja caduca, y junto a los
cursos de agua las especies tropicales de gran exube-
rancia, entre ellas profusión de árboles frutales. Por las
laderas del Oeste de la cordillera Occidental y en
las del Este de la cordillera Oriental se remontan las
plantas de las tierras tropicales adyacentes, llegando,
por lo general, hasta los 1300 y a veces los 1600 metros,
a no ser las palmas, cuyos espesos bosques cesan a los
1000 metros, y los bananos, que, por el contrario, conti-
núan hasta 2400. Entre 800 y 1600 metros es la zona
donde mejor prosperan los helechos arborescentes, y
entre 2000 y 2600 metros la de los árboles de la quina,
cuya patria de origen parece haber sido precisamente
la montaña de Loja. Al remontarse, el bosque se clarea
y se hace más bajo, pero sigue ostentando palmas de la
especie Ceroxylon andicola (hasta los 2500 metros), es-
pesuras de bambús (hasta 4000 metros) y orquídeas
magníficas.
En las cuencas altas la vegetación recuerda mucho
a la del Centro de Europa: el aliso (Betula acuminata)
y el sauce (Salix humboldtiana) forman como en el Perú
la flora arbórea, pero asociada en el Ecuador con el
capulí (Prunus salicifolius) y el eucalipto, y sin llegar
a formar verdaderos bosques. Al mismo tiempo los alba-
ricoqueros, almendros y naranjos nos transportan con
la imaginación a las comarcas del Sur de Europa, y los
perales y membrilleros a las comarcas centroeuropeas,
imágenes de nuestro Viejo Mundo que aún se fortifican
más al contemplar las zarzamoras y fresales, las bigor-
das, fucsías, claveles y geranios, y aun, por añadidura,