Full text: Una muerte misteriosa

  
  
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- Cara posible. 
  
   
INCA SAC RAR 
  
MII 
ñ De la utilidad de las provi- 
siones en una casa 
Cuando Orso despertó, sintió, además 
de una extrema debilidad, insoportables 
dolores en todo el cuerpo, cual si le 
bea molido: a golpes. Su freio ardía. 
Después de intentarlo, observó que le 
| Sra casi imposible moverse... 
-—<Tengo calentura — se dijo; — siento 
.- He perdido demasiada sangre... 
Tengo vértigos... He debida dormir un 
ía entero, porque es de noche...» 
Incorponóse, penosamente, apoyando la 
«espalda en un saco. 
- <Ya que estoy vivo — pensó, — 
a aprovechemos la tregua que me conceden 
: Mis enemigos, para apagar la sed, en pri- 
- mer lugar; en seguida, cuidaré mis he- 
_ridas, y, finalmente, repondré mis fuer- 
fin de vender mi vida lo más 
Su mano buscó la navaja, y su ha- 
-lazgo le llenó de satisfacción. 
do ——En tanto espero atravesar el co- 
| mazón de Eblis, agujerearé el barril. 
Se volvió, lanzando un ¡ay! doloroso, 
y buscó con la punta del acero un inters- 
do. BE ticio entre das duelas; fué agrandando la 
hendidura, despacio y sin cesar, girando 
la hoja en todos sentidos... 
_ Era un trabajo de paciencia, que. le 
Ocupó bastante rato. A OR 
  
MISTERIOSA al 
Orso se encontraba sin fuerzas, el su- 
dor bañaba sus sienes. 20 
Por fin, sintió cómo el vino humedecia 
la hoja de la navaja, y salía, rezumando, 
a lo largo de las duelas. 
Retinó de pronto el cuchillo, y un 
chorro de vino le mojá el rostro. 
Pero el chorro fué disminuyendo; el 
líquido no podía vencer la presión del 
alre, pues el barril carecía de espita o 
agujero en su parte superior, : 
rso arrimó los labios a la madera y 
aspiró el líquido con lentitud, 
Cuando se .satisfizo, volvió a colo- 
car la punta de la navaja en la abertura. 
—¡Me siento mejor! — dijo, alivia- 
do. — La fiebre continúa... pero me en- 
cuentro menos débil... Comamos... 
Tomar un jamón, cortarla y engullir 
varias tajadas, fué obra de pocos momen- 
tos. : 
Pero, para esto, tuvo que necesitan 
la navaja, olvidándose, al sacarla del 
agujero, de volverlo a tapar; por él se 
salía el vino, esparciéndose por el suelo 
de la bodega. : 
De momento, Orso no se preocupó: 
después, los vapores del vino le aturdie- 
ron; y cuando quiso remediar el mal, 
era demasiado tarde, 
Aturdido, rodó sobre los charcos for- 
mados por el vino, quedándose dormido, 
completamente embriagado. pe 
Tardó mucho tiempo en despertar, en- 
contrándose sin fiebre, pero el vértigo 
continuaba. 
—j¡Diablo! — exclamó, notando su 
pastosa. — Creo que he bebido 
con exceso, E i 
Golpeó el barril, que estaba medio va- 
cio. Como la influencia del vino persistía 
aún en su cerebro, Orso rompió a reir, 
diciendo: ! e 
- —¡He bebido todo lo que falta...! ¡Oh! 
¡ Toda esta sangre es de mis heridas! 
    
  
	        
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