EL CRIMEN Y EL CRIMINAL 85
crito el nombre de mi víctima con el propósito de mor-
tificarme? ¡ Imposible de todo punto! El ignoraba for-
zosamente, como lo ignoraban todos, el crimen que yo
cometiera, y, por otra parte, mi presentación en aque-
llos sitios, resultaba verdaderamente casual. ¿Cómo
explicar, pues, aquel enigma? Yo estaba azorado, sin
poder dar crédito á mis ojos.
—¡ Qué significa esto?—le pregunté con ansiedad
mal disimulada.
—; El qué ?—dijo.
—Este papel escrito por usted —repliqué, mostrán-
dole la hoja.
Pude notar que al verla quedó tan sobresaltado co-
mo yo.
Al principio quiso convencerme de que había es-
crito aquel nombre una y cien veces sin tener idea de
lo que hacía, pero, como esto era inadmisible, mi in-
tranquilidad subió de punto, pues yo no podía olvi-
dar que en Inglaterra no había quien, fuera de mí, co-
nociese el verdadero nombre de aquella mujer. Así al
menos me lo aseguró ella repetidas veces, y nunca tuve
motivos para creer que me engañase.
Conocida por todos bajo el nombre de Milly Ca-
rroll, sin más parientes que su padre, cuya residen-
cia en Colorado la alejaba de cualquiera indiscreción
respecto de su verdadera personalidad, había llegado
de New York con una troupe de comediantes, dejando
al padre al otro extremo del mundo, y presentándose
en todas partes con un nombre que no era el suyo. Pues
bien; si toda esa historia que ella me contara resulta-
ba cierta, cosa que yo creía, porque no tuvo nunca la
costumbre de mentir, ¡de dónde pudo Mr. Tennant co=
nocer el nombre de Luisa O'Donnel? ¡Imposible que
yo me aquietaso con la respuesta del agente de nego-
cios! Era preciso saber á qué atenerme en asunto de
tanta trascendencia para mí.
Y ¿qué sabe usted —pregunté—de Luisa O'Don.
mola ras