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FALSA EVIDENCIA Es 245
—Me haces muy feliz, hijo mío, con esas manifes-
taciones; pero queda un punto por aclarar todavía, y
es importantísimo para nuestra familia. ¿Qué piensas
hacer cuando hayamos muerto tu abuelo. y yo, y seas tú
sir Hugo Devereux ?
.—Cuando eso suceda, ya no Ando razón de ser mi
juramento, y entonces iré á Devereux. Pero mientras
los brazos de mi abuelo no se tiendan para usted lo mis-
mo que para mí, es cosa resuelta, y nadie me separará -
de mi determinación; ¡no pondré los pies en aquel
palacio ! :
Calló mi padre, y en su actitud, comprendí que es-
taba satisfecho.
- ¡Podía yo decir de mí otro tanto ?
| El calvario de mi vida arreciaba de nuevo, y la mis-
ima viveza del dolor anestesiaba mi alma, engendran-
do en ella un estado de indiferencia tan grande, que no
me sentía dueño de mí mismo. Mis iniciativas habían
muerto... me limitaría á obedecer á mi padre, siguien-
- do el derrotero marcado por las circunstancias, y des-
pués... después... ¿quién sabe lo que me reservaba el
porvenir
XLI
'£ LOS DOS AÑOS
Indolentemente apoyado sobre los hierros de mi
balcón, contemplaba yo, una mañana, el entrar y sa-
lir de los soldados en el cuartel contiguo á mi casa,
- cuando mi ayuda de cámara amunció la visita del co-
- ronel sir Francisco Devereux.