FALSA EVIDENCIA 269
- ciendo esfuerzos por decir algo que no podían modular
sus labios. Me incliné, pegando á ellos mi oído, por si
percibir podía la manifestación de sus deseos. Debió
hacer un esfuerzo supremo al darse cuenta de su acti-
tud, porque pudo, al fin, decir, con voz casi impercep-
tible : |
—¡ Hugo... hijo mío!... una espa...
Me levanté, con el corazón destrozado, y dirigién-
dome al General, le dije :
—¡Mi General! ¡Pide una espada!
Desenvainó inmediatamente la suya el general Fiel-
ding, y tomándola por la hoja, la puso en manos de mi
padre moribundo.
Con ansia la empuñó un momento, y en su rostro
dejó huella la satisfacción que experimentaba su alma.
Poco después, empezó la agonía.
XLIV
¡HÉROE!
-— Herealizado mis aspiraciones. Mi voto está cum-
plido. a
¡ Por un esfuerzo de su robusta constitución, pudo mi
padre librarse de las garras de la muerte, y juntos es-
tamos en los dominios Devereux, después de reconquis-
tar el apellido que creímos perdido para siempre, y al-
canzar mi padre el calificativo de héroe por su valien-
te comportamiento en Egipto.
Nuestro viaje fué marcha de triunfo á través de to-
- da Inglaterra, y los hombres más distinguidos, entre