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Mo me a capitán sin mi con-
03 sentimiento.
-. —¿Y por qué no—respondió Bun-
- ce—, cuando se trata del bien común?
—Es preciso que me escuchéis. To-
_maré el mando del buque, puesto que
- ese es vuestro deseo y comprendo que
sin mí os será difícil desembarazaros. ..
—De todos modos, lo repito: ¡ viva
el capitán Cleveland !
-—0Os ruego, mi querido Bunce, mi
honrado Altamonte, que reflexionéis
un momento. PEA a vuestro deseo;
amigos, pero a condición de que cuan-
do haya abastecido el buque y esté en
estado de darse a la vela, os somete-
_Téis al mando del capitán Goffe y me
de - eonduciréis a tierra en alguna de las
islas próximan. No temáis que os ven-
da, puesto que permaneceré con vOs-
otros hasta el último momento.
-——Y algo más—murmuró Bunce en-
tre dientes.
La votación fué nominal, y como to-
dos confiaban en los talentos de Cle-
- veland, superiores, bajo todos aspec-
os, a los de Goffe, la destitución de
- éste fué acordada. por unanimidad.
Cuando los tripulantes, = quienes
las libaciones habían impedido tomar
¡parte en la deliberación, se enteraron
- de la decisión del consejo general, la
aplaudieron, y Goffe, a pesar de su
sgusto, juzgó conveniente disimular
su resentimiento hasta que circuns-
tancias más favorables le ESPA
- satisfacerlo.
-——En cuanto a Cleveland se propuso
5% trabajar activa y celosamente para Sa-
car a sus compañeros de la. situación
- peligrosa en que se encontraban. A es-
- te propósito, ordenó que se botara la
-chalupa para ir él mismo a Kirkwall,
acompañado de doce hombres escogi-
dos entre los más valientes y vigoro-
, todos tan bien vestidos como sus
oficiales, armados de sables y pistolas,
os con hachas y a Cle-
veland distinguíase por la elegancia de
su traje de terciopelo azul forrado de
seda carmesí, y galoneado de oro; cha»
leco y calzones de terciopelo carmesí ;
una gorra de la misma tela, con ricos
bordados y coronado com una pluma
blanca ; medias de seda también azu-
les, y zapatos de talón encarnado, lo
cual constituía el súmmim de la distin-
ción entre los señores de aquella épo-
ca. Un silbato de oro, insignia de su
mando, pendía de una cadena, del mis-
mo metal, que rodeaba su cuello. Taxm-
bién ostentaba, colgadas de una especie
de banda de cinta carmesí, sostenida.
por el hombro, dos pares de pistolas de
maravilloso trabajo, además de las que
llevaba al cinto. Lia empuñadura de su
espada era. de tanto valor como el res-
to de su equipo, y su buena presencia
de tal modo 'le hacía sobresalir entre
sus compañeros que, al presentarse, en
tal guisa, en la cubierta del barco, fué
recibido con universales aclamaciones.
-Goffe fué incluído por Cleveland en
el número de los que debían acompar
ñarle, pues el ex capitán se encontra-
ba también muy lujosamente equipar
do; pero, como su aspecto y actitudes
no eran tan distinguidos como los de su
sucesor, parecía un campesino trans-
formado en petimetre, o más bien un
bandolero vestido con el traje del ca-
minante a quien acaban de despojar, y
cuyo derecho al uniforme que lleva es
puesto en duda por quienes lo contem-
plan,
Cleveland, al llevar en sú compañía.
a Golfo, se propuso seguramente a
impedirle que se aprovechase de su au=.
sencia para seducir a la tripulación.
Por esta razón, y antes de partir, Cle-
veland confió el mando del buque a
Juan Bunce, de cuyo celo y fidelidad
nada tenía que temer, y a quien en una.
extensa conferencia le instruyó conve- :
nientemente de lo que debía hacer en
las diferentes circunstancias que pu-
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