XX
LA CONTRAFIGURA DE GREGORIO
¡Era diabólica la partida de los.
Scarcliffe! Perseguía a Gregorio
sin cesar y por todos los medios
lograba escaparse de él cuando és-
te intentaba seguir alguna pista in-
teresante. :
El asombro de Gregorio por lo
- Que acababa de sucederle no tuvo
- límites. Cualquier otro en su lugar
- hubiera dado gritos pidiendo auxi-
lio, atronado la quinta, pero Gre-
gorio no hizo tal cosa, sino que vol-
vió a meterse en la caseta y, a tra-
- vés de uno de los cristales, vió huir
a tres hombres. Uno de ellos era
aquel que intentaba cortarle la sali-
- da, el falso muerto, el otro un mu-
chacho que bien podía ser miss
Scarcliffe disfrazada y, en cuanto
al tercero, el joven creyó recono-
cer en él al sujeto que disparó con-
tra él en la maldita quinta de los
Scarclifie.
Visto esto, salió Gregorio al jar-
do. dín y se dirigió hacia la casa para
a hablar de lo ocurrido con Claudi-
na y lord Kilvoorth,
BANDIDOS.—8
%
No vió a nadie en el trayecto.
Poco antes de llegar al edificio,
salióle al encuentro Claudina, la
cual sabía perfectamente que no se
había Gregorio marchado.
—i¿Dónde vas?—le dijo.
—A decir a mi tío que tiene su
casa tomada completamente Los los
Scarcliffe.
¿—¿Qué dices, Gregorio?
—Acabo de ver a varios de la
partida. Me persiguen hasta en ca-
sa ajena..
«Na,.sé ó por qué temi que nia
mi lado estuvieses seguro...
—Inmediatamente, me voy al
Westington. Allí daré cuenta de to-
do a la policía. Estoy sobre una
pista importante, Claudina. Hemos
de acabar de una vez con esta mal-
hadada gente. :
— ¿Quieres que te acompañe? ?
—¿Por qué?
A quiero, Gregorio.
—Lord Kilvoorth se opondrá.
—De ningún modo. El mismo te
ha hecho preparar el coche al vek
»