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XIV
«Y porlas, madre mla; lagrimas».
LESSING-EMILIA GALOTTI,
La acabe; función de cua en la Opera; trajes
magníficos, fracs, empolvados escotes; en la semi-
obscuridad, brillantes de azulado resplandor, ar-
Cchiduquesas, generales, condecoraciones, oro, púr-
- pura, cien perfumes distintos y la música de Wa-
gner; en un palco el señor Selfridge, Vera y yo, y
abajo, sobre la escena, una sombra negra y gigan-
_tesca, el holandés errante, y el mar, y el barco, y el -.
gran misterio, y el largo monólogo, y en torno,
recogimiento y un poco de hastío. Vera come boni- i
bones; el señor Selfridge apoya la frente sobre su (
mano, creo que duerme, y yo estoy sentado en el
fondo del palco, detrás de ellos, mirando el calvo
cráneo del señor Selfridge y la argentada espalda
de Vera, su rubia juventud, y de nuevo me siento
asombrado de estar sentado junto a ellos y en aquel
sitio. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Cómo he llegado hasta:
aquí, por qué estoy aquí? ¿Por qué no le digo al |
señor Selfridge: “Basta Ya, mañana me volvero E