UNA TRAGEDIA EN LA BASTILLA 33
nesio con voz glacial—. No habéis Soñado.
He asistido a dos audiencias del tribunal se=
_Creto y sé que las sentencias son inexorables.
- —¡Cómo! ¿Estamos condenados a muerte el
—Sí, de hambre y de'sed...
Claudio quería morir, pero no de aquella.
muerte espantosa. Dirigió a su alrededor una
mirada furiosa,
—¡ Esta ventana I—exclamó. '
En un abrir y cerrar de ojos colocó un es-
cabel sobre una mesa, acercó ésta a la “pared
y llegó a la ventana que daba al Sena. q
El aire húmedo procedente del río dió en
su semblante y oyó al mismo tiempo el rumor
del agua al rozar los cimientos del palacio de'
Fausta. La ventana estaba defendida por
monstruosos barrotes, pero Claudio sonrió
- Porque se sentía bastante fuerte para arran-
- carlos. Bajó, cogió. a Farnesio por el REO et
leido;
- —No moriremos aquí. —Huiremos por. esta
ventana antes de dos horas.
Farnesio se encogió de hombros de le con-
testó :
No! huiremos.. lira aquí. e e
En aquel momento y como para confir mar Ad
la certeza que el Cardenal expresaba con tris-
te acento, un postigo se cerró violentamente
en la parte exterior y tapó la ventana. Era
Un postigo de hierro de tres pulgadas de es-
- pesor y para desprenderlo el ex verdugo ha-
_bría tenido necesidad de un mes de trabajo,
_ Una vez. arrancados los barrotes de la reja.
Claudio, furioso, se precipitó contra la puer-
ta, pero al hacerlo oyó cómo tras ésta que era.
de roble, cerraban otra más gruesa y fuerte a
juzgar por el ruido que hacía.
peas dió un edo: Pocos momentos