DEL DEFENSOR LE PEDRO 19
isla de la Ascensión, punto que suelen reconocer las embar-
caciones de aquel tráfico y las procedentes de las Indias
Orientales.
En su consecuencia, obligan al piloto á hacer esa derrota.
Consta en el proceso por declaraciones unánimes de todos
los individuos del bergantín examinados judicialmente, que
el piloto se vió obligado á ceder á la violencia de los amoti-
nados, de quienes, á pesar de lo necesario que les era en tal
ocasión su ministerio, sólo recibió improperios, mal trato y
amenazas de muerte, lo que hace en cierto modo creíbles los
intentos desesperados que, según dice él mismo en sus de-
claraciones, abrigaba en su pecho y estuvo á punto de efec-
tuar, como más adelante se verá.
Antes de descubrir aquella isla y á los pocos días den nave-
gación, ya se comete 'á bordo un asesinato alevoso y con cir-
cunstancias que dan á conocer el ánimo feroz de sus autores.
Mal avenido Benito Soto con el carácter y pretensiones de su
émulo y paisano Miguel Ferreyra, cuyas miras igualmente
ambiciosas estorbaban los planes que había concebido, deci-
de deshacerse de tan importuno rival. El silencio de la noche
le pareció apropósito para asegurar su intento; y siendo co-
mo las tres y media de la madrugada, se dirige, ayudado de
'Antonio el Vizcaíno, al lugar donde Ferreyra descansaba en-
tregado 4 un profundo sueño, y disparándole, cada uno, un.
tiro de pistola, se deshace sin riesgo de aquel AnS ene-
migo.
Por este medio inicuo y aleve quedó Benito Soto ú único je-
fe y árbitro del buque, y como tal se anunció y arengó á la
tripulación, aterrorizada de aquel hecho, y no consta que nin-
gún individuo de ella pensase en disputarle preeminencia
tan peligrosa. Los sublevados por inclinación y los someti--
dos por el temor, todos fueron en adelante unos instrumen=
tos dóciles y prontos de aquel facineroso.