Valle-Inclán
rios, esperaba la comunidad dividida en dos :
largas hileras: Primero los novicios, páli-
dos, ingenuos, demacrados, y después los
profesos, sombríos, torturados, penitentes. E
Rezaban con la vista baja y sobre las sanda-
lias los cirios loraban gota á gota su cera
amarilla, y el temblor de los rezos pasaba
or las luenguas barbas que salían del mis-
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terio de las capuchas. EUA, 4
Dijéronse muchas misas, cantóse un largo
entierro, y el ataud bajó al sepulcro que es-
peraba abierto desde el amanecer. Cayó la
losa encima, y un colegial me buscó con
deferencia cortesana, para llevarme á la sa-
cristía. Los frailes seguían murmurando sus - ,
responsos, y la iglesia iba quedando en sO-
ledad y en silencio. En la sacristía saludé á
muchos sabios y venerables teólogos que me