FÉLIX ORTIZ Y SAN PELAYO 201
Que en España no se nos tenía en cuenta a los españoles
que residimos en América sino para pedirnos dinero, no lo
ignoraba. e :
Que los mismos que debieran imitar nuestra generosidad,
nuestra abnegación por la defensa del buen nombre y la fama
de la Patria, nos trataban de pobres de espíritu o tontos; tam-
bién lo sabía.
Que todos nuestros esfuerzos, que todos nuestros sacrificios,
que todos nuestros anhelos por favorecer a España bajo las fases
de la intelectualidad, comercial, industrial y artística, se eva-
poraban como efluvios en la inmensidad del océano bañados por
soles tan ardientes, que no más, como el amor patrio que forma
el soplo de nuestro espíritu y el nervio de nuestro cuerpo; tam-
poco lo ignoraba. :
Fácil es de comprender que los Gobiernos Españoles no se
han querido ocupar nunca de los ciudadanos que vivimos en
lejanas tierras, ni para sacar de ellos las ventajas inmensas que
le ofrecen para concordar tratados especiales de comercio y de
amistad. :
Que ahí se sabe poco de la colectividad española del Plata,
ya lo manifesté claramente en mis conferencias en esa; como
que «privan equivocaciones inverosímiles sobre la Patriótica y
otros centros españoles», según usted me manifiesta.
He afirmado muchísimas veces lo que usted me dice en la
suya del 3 del corriente: «Pero me parece evidente que esa Pa-
triótica tiene en la Península algunos enemigos y que aquí se ha
pretendido por alguien y por influencias de América hacer at-
mósfera contra ustedes». Esto lo sabía, lo veía, lo palpaba;
y cuando lo decía, me trataban de visionario.
Casualidad es también que vea usted desde Madrid lo que yo
veo desde Buenos Aires. ¿Sufrirá usted posiblemente como yo
aberración en sus sentidos?
Díceme también, don Rafael: «Se asombraría usted de lo
que aquí dicen algunos de la donación de Casado del Alisal.
Nadie sabe bien la historia, y son muchos los que a pie junti-
llas creen que esos terrenos valen «cinco millones de pesos» y
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