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á ese hombre á pesar de la repugnancia que me inspiran los doxml-
JUAN A. MATEOS
—Guadalupe, á pesar del peligro de mi existencia, permaneceré
unos días á tu lado mientras se verifica ese matrimonio; yo hablaré
nadores. : : a
—Bien, Pablo, yo le haré llamar, tú le conocerás, y estoy segura
de que le amarás como á un hermano.
VI
Paróse violentamente y penetrando en el jardín donde estaba sú
amante, gritó:
—¡Pablo! hermano mío, aquí está!
El guerrillero procurando calmar la agitación de su pecho dirigió
sus pasos adonde su hermana le llamaba.
La joven le tomó por el brazo.
Levantóse el capitán austriaco que había oído toda la conversar
ción de los dos hermanos, y se adelantó sombríamente al guerTr
llero.
Pablo Martínez fijó su mirada de águila en aquel hombre, llevo
las manos al corazón, la sangre se agolpó á su cerebro, un vértigó
aturdió sus oídos, y haciendo un esfuerzo supremo, con un grito
arrancado del alma, exclamó:
—¡Maximiliano!... ¡El emperador!... y se derrumbó en el suelo
tro
rebotando su cabeza como la de un cadáver.
—¡El emperador! murmuró la joven y escondió su rostro en
las manos.
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Después de algunos instantes en que la joven se hubo serenad0,
levantó su frente altiva y orgullosa, y dijo á Maximiliano que es
taba confuso y avergonzado:
—Salid, señor, el cielo castiga mi fé burlada; ¡habéis descendido
hasta la mentira, salid!
El emperador no respondió, la desgracia, lo había clavado en
aquel lugar.
—Me habéis engañado, prosiguió la jóven; no obstante, creo que
no estoy rebajada ante vos, no he cedido á la ambición, no he sl
deslumbrada por el brillo de vuestro esplendor, he creído ama!
á un humilde capitán; sí, porque yO 08 amaba con todo mi corazón:
——Ten piedad de mí, Guadalupe, el infortunio me sigue á todaS
- partes, tú eras el único refugio de mis desgracias. ]
Señor, olvidad que me habéis conocido, nuestro “amor es im:
posible. Y desde este momento, mi pobre hermano que yace bee a
dido á vuestros pies, será mi único amparo en el mundo; sl
muere... me queda Dios!
—¡Perdón! ¡perdón!
-—Si me hubiérais dicho quien érais, mis labios nunca hubier
mi erase va á volver en sí, evitad al menos el escándalo.
—Pero yo...
—Ya no os escucho, dejad abandonada á la mujer á quien hicÍs"
teis víctima del engaño y de la traición, nada malo os deseo, señor;
pero os suplico que no me volváis á ver. , ] dd
Maximiliano dejó la estancia de la joven con la desesperación del
alma que va en el camino de la fatalidad. : AE
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confesado mi amor, complaceos en vuestra obra... marchad de aqub_