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»Recibí el último suspiro de Turquesa, y el niño está al
»abrigo de la miseria; no hay, pues, urgencia alguna, an-
»tes de dos años tal menos, para buscar el título de la
»renta de que se trala.
»Dentro de dos años, hará cinco que el marqués ha des-
»aparecido.
»Entonces será tiempo de ponerlo todo en obra, para
»buscar ese mueble que encierra el título de la renta.»
Miráronse Vanda y el Muñeco al llegar al fin de tan
extraño documento.
Todo esto no nos dice nada—observó Vanda.
—Dispensadme, mas no opino lo mismo—respondió el
Muñeco.
—¡Ah!
—Hay una cosa acerca de la cual, no tengo la menor
duda.
—¿Y es?
-—Que Rumia y la Hermosa Jardinera, no son más que
una sola persona.
-Bien ¿y qué más?
Que ahora que sabemos en dónde está la Hermosa
Jardinera, será necesario que ésta nos diga qué ha hecho
del marqués de Maurevers.
Abrióse bruscamente la puerta ¡al mismo tiempo que el
Muñeco decía esto, y se presentó Milón, pálido, trastorna-
do, con el traje en desorden, mesándose el cabello y di-
ciendo:
Os equivocáis; no sabemos nada absolutamenle.
—¿Qué es lo que dices? preguntó el Muñeco estreme-
ciéndose.
—¡Que el pájaro se nos escapó una vez más!-—murmuró
Milón con voz ahogada.
Y se sentó, anonadado y lloroso, en el primer asiento que
halló, mientras que Vanda y el Muñeco se miraron con
ssombro,